Si el cannabis medicinal está produciendo efectos excelentes en pacientes con patologías graves (cáncer, esclerosis múltiple, alzheimer, epilepsia, ansiedad, y muchas más) fuera de nuestras fronteras con un magnífico resultado económico, en Colombia, según para quien.
Como todo colombiano que se precie, primero la presunción, que el sentido común, ha debido pensar el ex-Presidente Santos, cuándo con una propuesta “genial” para radicar la Coca, llegó en helicóptero hasta las montañas de Briseño, con el propósito “sensato”, de convencer al campesinado, sobre los beneficios económicos que obtendrían (dinero mensual seguro), si erradicaran los cultivos de Coca y sembraran cualquier otro producto comestible. No faltó la foto, planta de Coca en mano.
Pasados los momentos de euforia (el Presi había volado), cayeron en cuenta, primero de que sin carreteras era imposible sacarlos a la venta desde las altas montañas. Segundo, que ese no era el camino para desprenderse del acoso de los narcos y solucionar su modo vivendi. Como era de esperar, no hubo acuerdo, ante tamaña odisea.
Tengo entendido, que el plan del Presidente Duque de continuar con lo heredado (cosa normal), no se está cumpliendo, ya que se llevó a cabo de manera poco ortodoxa. En el Catatumbo, sigue existiendo la pasta de Coca como moneda de trueque, para compras a crédito. Problemática seria que debería afrontarse con rigor. Como resultado de las malas prácticas, Colombia sigue siendo en aumento, el escaparate mundial de la Coca.
Creo que la única solución está en dejar de tirar el dinero en la persecución de los narcos y pensar en el Cannabis cómo alternativa fulminante, ya que es de rápida producción y está legalizada en el país.
Se podrían crear Cooperativas que produjeran diferentes materias medicinales, comprometiéndose el gobierno a recoger la producción de hojas secas en el lugar y pagarle a los campesinos en efectivo. Lo mismo que hacen los narcos. Sería un gran paso que ayudaría económicamente al campesinado y proporcionaría un aliento de relajación al país. Una acción rápida con criterio, ayudaría a la realización de este gran proyecto.
En el país, existen varias empresas legales, dedicadas a cultivar cannabis medicinal, que generarían beneficios económicos al PIB, pero si el fin era erradicar la Coca, montaron la bestia antes de ensillarla. El campesinado fue excluido del programa y las promesas rotas, han traído resultados nefastos. El negocio de la Coca ha sobrepasado las “buenas intenciones” del Gobierno.
Muchos campesinos con sus campos listos para cambiar de ruta, tuvieron que volver a las semillas de Coca, de las cuales siguen dependiendo para sobrevivir y es entendible: Para ser productor de cannabis medicinal en Colombia, se necesitan las licencias de 5 entidades, entre ellas el Fondo Nacional de Estupefacientes.
Para un campesino cumplir con las exigencias de la cadena regulatoria, implicaría grandes costos que no tienen como cubrir. Menos, con los tiempos exigidos, debido a los términos geográficos (cercanía a la ciudad). Por tanto, han quedado excluidos de la industria del cannabis y acosados por la justicia que pretende a través de ellos, hacer el mayor daño posible a los narcos. ¡Tremendo tapabocas!
Lo repugnante, es que el Gobierno se haga el ciego para protegerse, y deje en manos del chantaje, del plomo y la barbarie diaria, a los menos favorecidos. Nada nuevo.