Iniciamos hoy un periodo de preparación, un llamado a volver a las fuentes del amor primero. Dios nos revela el amor de su hijo a través de este periodo cuaresmal, En el que nos invita a tomar nuestras cargas, nuestra cruz y seguirlo. (Lucas 9, 22-25),
Los padecimientos y los dolores por los que Jesús tuvo que pasar, son la viva muestra de su amor, de su compasión por la humanidad y la misericordia con la que día a día nos respalda.
Sin embargo, se requiere de un desprendimiento personal, romper con todo aquello que esté ocasionando un caos en mi vida interior, en pocas palabras, dejar a un lado el pecado. Si, el pecado visto como aquello contrario a lo que le agrada a Dios, lo bueno, lo perfecto, todo aquello que en nuestra libertad contradice el llamado a ser libres. (Gálatas 5,1-15)
No es fácil dejar atrás una vida llena de pecado, a veces pareciera imposible. Duele abandonar las costumbres malsanas y los deseos de la carne, dice San Pablo hago el mal que no quiero, y el bien que quiero no lo hago (Romanos 7,19). Y es la lucha interna que vivimos con nuestros deseos, la conscupicencia, esa inclinación constante al pecado con la cual debemos luchar. Este tiempo cuaresmal nos propone 4 pasos para batallar con esas situaciones de debilidad:
- Penitencia: Como una forma de reflexionar sobre nuestros actos, encarando nuestra debilidad y no ocultando nuestra flaqueza, se basa en ser sinceros con Dios y con nosotros mismos, de tal manera que aceptando nuestra realidad, empecemos a dejarnos modelar por Cristo (Levíticos 26, 40-42)
- Ayuno: Hay luchas que solo se ganan con ayuno, el ayuno es una herramienta poderosa contra el enemigo, pues consiste en mortificar el cuerpo con aquello que le es placentero, no tiene que ser exactamente la comida, pueden ser otras actividades o hobbies, los cuales nos ayuden a alcanzar docilidad, paciencia y apertura a la acción del Espíritu (Jueces 20,26).
- Limosna: Pareciera un acto puramente asistencialista, pero no, consiste en el desprendimiento hacia las cosas materiales y terrenales, trata de compartir con los demás de las gracias y bendiciones que hemos recibido de parte de Dios, esto como un ejercicio de humildad y entrega. (Hebreos 13,16).
- Oración: El poder del cristiano está en la oración, Dios se manifiesta con poder y gracia en medio de la alabanza sincera, de un corazón contrito y humillado, dispuesto a dejar actuar a Dios. Por lo tanto, orar nos acerca a Dios, y también fortalece nuestro espíritu, nos ayuda a superar las tentaciones y a vivir plenamente en Cristo. (Juan 14,13-14).
Queridos hermanos, vivamos este tiempo con apertura, con disposición y entrega total al Señor, toda vez que su misericordia nos alcanza y nos llama diciéndonos «Convierte y cree en el Evangelio»(Marcos 1,14) es el llamado a algo nuevo, es la invitación a ser distinto, a no dejarnos llevar por las corrientes de indiferencia que hoy imperan, los ánimo para que construyamos juntos un camino de encuentro, de sanación y reconciliación con nosotros mismos y con los demás. Dios los bendiga.



