“…Por supuesto que la Constitución le da ése derecho, pero para ser un buen político deben prepararse y no ser fruto de su infantil imaginación…”
El filósofo Griego Aristóteles que sabía de todo un poquito, quien para enriquecer sus conocimientos sobre diversos temas como cultura y ciencias, se apoyó nada más y nada menos en personajes míticos de la historia como Pitágoras, Platón, Sócrates, Demócrito, Epicuro, y poder darle sentido a sus apreciaciones sobre el pensamiento y la lógica, las ciencias y la medicina, de cómo demostrarle a los incrédulos de la época que la Tierra no era plana sino redonda.
Experto en política, explicaba con lujo de detalles la analogía del ser un buen político, con la existencia de una constitución para direccionar las normas de vida ciudadana que ellos mismos deben implementar buscando la felicidad perfecta en función del duo Ciudad –Estado con gobernantes probos, dedicados al servicio con sentido racional-pueblo.
En otras palabras, Aristí como le decían cariñosamente suis amistades, era tan polifacético que inclusive hablaba de la fauna y flora, del amor y el odio que degeneraban en el bien y el mal y profundizó el concepto del poder político del ser humano al asegurar que “…el hombre es un animal político…” que desafortunadamente y muy tergiversado heredamos los vivientes del presente siglo.
Y precisamente nos consideramos un animal político por la sencilla razón de no practicarla como lo promulgaba el filósofo, cuando lo definía como normas de convivencia de vida en armonía, es decir proclamaba “la vida buena” hoy encarnada en “vivir sabroso”, pero basado en la ética y la moral, la corrupción y el nepotismo, sin apartarlo de su entorno familiar y social y buscando siempre el bien común sobre el particular.
Muchos de los políticos de hoy intentan reencarnar ese animal político de antaño y utilizan sofisticadas plataformas de lanzamiento para lograr sus objetivos, unos cuantos, normalmente caen en lo ridículo y burlesco, pero un sector del componente social-cultural los puede aplaudir dependiendo de sus costumbres y cultura.
Lo que hacen para darse a conocer pueden pasar al libro de las tragicomedias, con un héroe tragicómico cuando se cuelgan al cuello, a sus espaldas o barrigas, maquinas fumigadoras dizque para combatir la corrupción, motosierras para enviar mensajes subliminales, carteles contra el maltrato animal, a las mujeres, a los hombres y de todo tipo de mensajes insulsos, de lo divino y lo humano, religiosos con aromas falsos de “…soy el enviado del señor…”, sin nombrar cual es el distinguido señor, cuando lo correcto es presentar soluciones con planteamientos cumplibles a corto, mediano y largo plazo.
Esos planteamientos deben estar en concordancia con el pasado y la realidad presente y futura, donde se compagine el pensar del candidato con la de sus asesores, ya que aspirante que se considere serio y responsable debe tener un organigrama bien estructurado con planes concretos a cargo de personal especializado conocedores de lo que quiere plantear, no es improvisar como cualquier politiquero de los existentes, son temas estudiados detenidamente.
Necesariamente tenemos que parodiar a Winston Churchill, cuando alegaba que el político debe ser un estadista y para llegar a serlo debía pensar en las futuras generaciones, ayudar a resolver el problema del hambre y la miseria y no en como buscar un padrino o incautos electores para ver cuántos votos obtengo en las elecciones, cuando ello fluye con los programas serios y realizables.
Cuando Apeles, el ilustre pintor griego del siglo IV A.C., se molestó por la crítica y comentarios desobligantes de un zapatero que criticaba las sandalias de uno de sus cuadros y con el apellido hasta la coronilla le gritó: zapatero a tú zapato y hoy, el dicho de marras es propio para médicos u odontólogos que por haber curado o atendido un paciente se siente con el derecho de aspirar a ser elegido con el voto de su profesión, un ingeniero o arquitecto por haber construido unas casas o vías, tampoco dicha actividad le da derecho a aspiración alguna, un profesor, abogado o economista o cualquier profesión que vocifere en marchas o reuniones estar en contra de todo lo divino y humano, sean las personas que tenga el derecho de aspirar por voto popular.
Lo mismo sucede con empleadillos de tercer o cuarto nivel que pasan desapercibidos por institutos o entidades del estado y una vez fuera del pastel, se creen que han obtenido los ribetes necesarios para ser un aspirante político, cuando la realidad es que se colocan a la burla de la sociedad. Por supuesto que la constitución le da ése derecho, pero para ser un buen político deben prepararse y no ser fruto de su infantil imaginación.
Somos defensores de los buenos políticos que en Colombia si los hay, muchos de ellos están en función de servir a sus comunidades, tienen vocación, estudiosos, respetuosos y miran de frente, nunca se esconden y están a todo momento en función de una política social y futurista. A ellos hay que respaldarlos, apoyarlos y no dejarlos al vaivén de los politicastros que saben dónde acceder para comprar el voto, de sus necesitados, sin entregarles oportunidades de vida, aprovechándose descaradamente de sus penurias. A ellos ni un solo voto.