Mientras el Catatumbo y municipios del Cesar acaparan los titulares tras la declaratoria de Conmoción Interior, el sur de Bolívar enfrenta una crisis humanitaria que no puede seguir siendo ignorada. La violencia, los desplazamientos y la falta de intervención estatal son el reflejo de una problemática que, aunque menos visible, afecta profundamente a comunidades como las de Santa Rosa del Sur, Montecristo y sus corregimientos.
El gobernador Yamil Arana Padauí ha elevado un llamado contundente al Gobierno Nacional, exigiendo acciones urgentes para atender el desplazamiento masivo de más de 70 familias, forzadas a abandonar sus hogares en veredas como El Tomate y Minguillo por los enfrentamientos entre el Clan del Golfo y el ELN. Este clamor pone en evidencia la necesidad de un enfoque nacional que abarque la totalidad de las zonas afectadas por el conflicto armado en Colombia, y no solo aquellas que concentran los reflectores mediáticos.
Arana ha solicitado medidas concretas como el fortalecimiento del pie de fuerza, la mejora en capacidades tecnológicas y logísticas de las fuerzas militares, y la construcción de una Base Militar en Mico Ahumado, un proyecto que ha sido largamente demandado por las comunidades. Este tipo de intervención es importante no solo para mitigar el impacto de la violencia, sino para devolverle a la región un sentido de estabilidad y seguridad.
Más allá de la solidaridad expresada por el gobernador con las víctimas del Catatumbo, el mensaje es claro: Colombia enfrenta una crisis de seguridad que trasciende fronteras regionales, y el sur de Bolívar no puede seguir siendo una nota al pie de página en la agenda gubernamental. Los desafíos en esta región demandan una mirada integral y la implementación de políticas que ataquen las raíces de la problemática: desde la ausencia estatal hasta las dinámicas del narcotráfico y los grupos armados ilegales.
La situación actual debe ser un llamado a la reflexión nacional. No se puede construir una Colombia en paz mientras territorios como el sur de Bolívar siguen siendo olvidados por el Estado. La crisis en esta región no solo es un problema local, sino un síntoma más de las profundas desigualdades y necesidades insatisfechas que persisten en el país.