Asumió por segunda vez el «apocalíptico» Donald Trump. Consciente de que, debido a su edad y, más aún, a las normas constitucionales de los Estados Unidos, no volverá a tener otra oportunidad para gobernar, ha descargado, en los escasos días de su segundo mandato, todo el odio y la aversión que encarna contra la humanidad mediante sus órdenes ejecutivas. Este comportamiento, ya evidente en su primer gobierno, se muestra ahora repotenciado desde su juramentación el pasado 20 de enero.
Referirse a una persona como apocalíptica implica describirla como alguien que evoca desastres de gran magnitud o colapsos totales, además de convocar guerras, devastación, pandemias o destrucción global. Esto se refleja claramente en sus descarnadas órdenes ejecutivas.
El presidente Trump no tuvo la mínima consideración ni cortesía hacia el expresidente Biden ni su vicepresidenta, Kamala Harris, y los atacó verbalmente en su discurso de posesión, atribuyéndoles supuestas fallas de su administración.
Desde el primer día, Trump ha comenzado con medidas polémicas: anuló la orden que, apenas seis días antes, había firmado Biden para excluir a Cuba de la lista de países promotores del terrorismo, condenando a la isla a seguir bajo el bloqueo que los Estados Unidos han mantenido injustamente durante 65 años.
En 2021, durante la pandemia y hacia el final de su primer mandato, Trump intentó retirar a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), alegando que esta «no servía para nada», pero no logró concretarlo. Ahora, ha cumplido su propósito con una absurda orden ejecutiva que retira al país de la OMS, poniendo en riesgo la salud mundial, dada la importancia de los recursos económicos que Estados Unidos aporta a dicha organización, esenciales para la investigación científica.
Otra de sus medidas incluye modificar la Enmienda 14 de la Constitución, que garantiza la ciudadanía automática a todos los nacidos en territorio estadounidense, independientemente del estatus migratorio de sus padres. Trump pretende eliminar este derecho para los hijos de inmigrantes indocumentados y para aquellos nacidos de padres con visas temporales o de estudiantes.
Entre sus excentricidades, Trump ha ordenado cambiar el nombre del Golfo de México por «Golfo de América», sin considerar a México ni a Cuba. Además, violando acuerdos internacionales, firmó una orden para aumentar la producción de petróleo en Estados Unidos, ignorando el Acuerdo de París sobre el cambio climático, del cual también anunció su retiro. Sumado a esto, ha asfixiado aún más a Venezuela, declarando que Estados Unidos no comprará más petróleo a ese país.
A la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, le advirtió que deportará a todos los mexicanos indocumentados y declaró la emergencia nacional en la frontera sur, la cual militarizará mientras continúa la construcción del muro fronterizo. Además, calificó a los carteles de la droga y a las bandas criminales mexicanas como grupos terroristas.
En otra controversial decisión, Trump indultó a más de 1.500 personas que participaron en el asalto al Congreso el 6 de enero de 2021, evento que él mismo incitó. Este indulto ha sido calificado por muchos estadounidenses como una afrenta al sistema judicial.
Trump reafirmó su apoyo a Israel mediante una orden ejecutiva que elimina restricciones en la venta de armas al país, incluyendo bombas de 2.000 libras. También revocó sanciones contra ciertos colonos israelíes en Cisjordania.
Diversas comunidades, como la LGBTI, fueron atacadas desde su primer día de gobierno, cuando derogó avances en derechos sexuales. Al día siguiente, ordenó la persecución de inmigrantes en escuelas e iglesias y suspendió la ayuda económica a 90 países, incluido Colombia.
Trump incluso ha amenazado al gobierno panameño con retirarles el control del Canal de Panamá, desconociendo el tratado firmado en 1977 entre el general Omar Torrijos y el presidente Jimmy Carter. Asimismo, ha amenazado al presidente ruso, Vladímir Putin, con aumentar los aranceles a los productos de Rusia si no se llega pronto a un acuerdo para cesar la guerra en Ucrania.
El presidente Trump representa el imaginario calvinista, una doctrina protestante que considera a Estados Unidos como «la nación elegida». Para Trump, Dios les ha encomendado expandir su territorio como pueblo superior, por lo que ha declarado que desea comprar Canadá y Groenlandia.
Finalmente, cabe preguntarse: ¿estamos presenciando, con este segundo mandato de Trump, al posible anticristo, del que las Escrituras dicen que se exaltará a sí mismo por encima de Dios y de todo objeto de culto, pretendiendo establecer un gobierno mundial con poder centralizado?