No sé a usted, pero a mí me es imposible ignorar los 260 mil muertos, 80 mil desaparecidos y 37 mil secuestrados en los 58 años del conflicto armado, documentados en el informe del Centro de Memoria Histórica, creado por la Ley de Víctimas, sus implacables cifras, un IVA de dolor nacional, invitan a reconocer el pasado-presente que vivimos, y a que en vez de agudizar odios y enfrentamientos, avancemos implementando el Acuerdo y venciendo el asesinato diario y los factores generadores de violencia.
Los testimonios y datos son el resultado del arduo trabajo de más de 1.500 ciudadanos, muchos de jóvenes investigadores que reconocieron Colombia oyendo por toda la geografía voces adoloridas que liberaron su silencio, y documentando uno a uno en tiempo, modo y lugar nuestra larga tragedia.
Esta reconstrucción de memoria que algunos buscan eludir, tiene que fortalecer la conciencia colectiva, la Justicia Especial para la Paz (JEP), la Comisión de la Verdad y la Unidad de Búsqueda de Desaparecidos, instituciones cuya misión es aportar soluciones a las víctimas, y a que haya Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición.
En información dada a Cara a Cara de Caracol por Andrés Suárez, coordinador del Observatorio del Centro de Memoria, de los impresionantes 262.197 muertos, identificados los presuntos responsables en un 70%, 100 mil crueles asesinatos corresponden a acciones de los paramilitares; 35.683 a los guerrilleros, de los cuales unos 16.000 son imputables a las Farc.
Las Fuerzas Armadas realizaron 9.800, ejecuciones extrajudiciales o excesos contra la población civil. Los mal llamados “falsos positivos” alcanzan los 2.292 casos, cifra similar a la aportada por la Fiscalía General de la Nación.
Para sosiego de sus familias las autoridades han encontrado 9.927 desaparecidos, la búsqueda que vence esta crueldad se ha activado con los testimonios.
“Si no sabemos cómo terminar una guerra se nos arma una nueva” afirma Andrés Suarez, al explicar el fin de La Violencia bipartidista (1948-57) que abrió paso al excluyente Frente Nacional, el estado de sitio permanente y el surgimiento de las guerrillas y el paramilitarismo.
De los 178 mil muertos de esos 14 años de crueldad, pasamos a 202.000 en los 8 años que van del 1996 al 2004.
Hay una ineludible responsabilidad compartida en esta guerra, por eso es la valoración de la nueva institucionalidad y el respeto al Acuerdo, pero el uribismo insiste en no entender.
Contra la paz, la beligerante nieta del presidente Valencia regaña y ofende olvidando que fue su abuelo quien bautizó el nacimiento de las FARC con bombas. Nadie está libre de pecado y ojalá que el presidente Duque entienda que el poder casi absoluto del “Estado de opinión uribista» hoy no es posible.