Las críticas, artículos y programas de radio, hablando mal del alcalde, lo único que han hecho es demostrar que Dau tiene razón, una sociedad como la de Cartagena, que ha sido sumergida perversamente en la pobreza por la clase politiquería y corrupta que la ha administrado por años, tiende a desarrollar el síndrome de Estocolmo, sobre todo si se le envía un subliminal mensaje en las formas arriba anotadas y es que actuar bien no le conviene a un pueblo pobre.
Es decir, identificarse y a justificar a sus verdugos, quienes a través de sus cómplices como lo son quienes le sirven supuestamente al pueblo con objetividad, pero, que a su vez sacan a relucir su condición de esclavos domésticos ósea, aquellos que por el simple hecho de que su cadena sea un poco más larga y coma preferentemente de las migajas que se caen de la Mesa de sus amos, se creen privilegiados.
No significa que sea cierto ni tengan fundamento lo que dicen en sus críticas contra la administración, solo un estúpido podría pensar que Dau, es un héroe o siquiera la solución, pero, lo que sí está claro es que Dau no es el problema, el problema somos nosotros que le hemos permitido a los clanes politiqueros acabar con la ciudad saqueándola y llevando al pueblo a vivir, no solo en la pobreza, sino con el convencimiento que la corrupción es el modo de vida ideal y valido.
Y que si alguien se atreve a desenmascararlos o siquiera a protestar, los corruptos y sus cómplices tienen toda una infraestructura criminal para protegerse, por la sencilla razón que los delincuentes de cuello blanco se constituyen como la única fuente de ingreso accesible, fácil, rápido y evadiendo cualquier impuesto, es decir ilegal, por ello tienen de todo, abogados, médicos, jueces, arquitectos, periodistas, líderes sociales, presidentes, gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, concejales, ediles, veedores, organismos de control, policía, ejército y lo peor, ciudadanos.
Algunos han señalado que existe una corrupción sistémica, es decir que la corrupción es el sistema en sí, he venido sosteniendo desde hace años que la sociedad colombiana la han democleptizado, es decir, que la corrupción es el deber ser y no la antítesis de lo bueno, lo pulcro lo transparente.
Por ello cuando ocurre un hecho insólito como es que el pueblo despierta y elige libremente a alguien que no es parte de ese sistema corrupto, se encienden las alarmas y empieza todo un despliegue organizado de los sectores antes enunciado de actuaciones concatenadas y organizadas en pro de deslegitimar y acabar con la credibilidad, la honra y la dignidad de ese que se atrevió a desafiar a las maquinarias corruptas y delincuenciales e intentar abrirle los ojos al pueblo.
Y es también cuando surgen los ciudadanos «preocupados» y desinteresados que escriben, critican y comentan todo lo que en los gobiernos anteriores de sus amos ocultaban y nunca señalaron y por demás se lucraban y beneficiaban, en detrimento de esa persona y los epítetos más frecuentes son loco, inepto, falto de preparación y llegar al punto de decirle drogadicto, como en el caso de nuestro alcalde.
Ejemplos hemos tenido muchos, los más recientes y cercanos Claudia López en Bogotá, Carlos Caicedo en el Magdalena y William Dau en Cartagena, como no hacen parte de ese sistema perverso y corrupto o no comparten el ideario político del ejecutivo de turno o de los gamonales parroquiales, son locos, impreparados, malos administradores, groseros, mal hablados, pero, ¿saben que no les pueden decir nunca? Corruptos y prefiero a un mandatario vociferante y mal hablado, pero, honrado, honesto y apasionado que corrupto, porque de esos ya estamos hastiados.
Como dije al principio si bien Dau, no es la solución tampoco es el problema, pero, al menos se atrevió a romper las cadenas para acabar con este mal endémico, que es peor que el Covid-19, al menos a este último le están buscando la cura con una vacuna, pero, ¿cómo acabamos con la corrupción? que incluso hasta en tiempos de esta Pandemia no se ha opacado, por el contrario ha revalidado su prevalencia frente a todos los males, ha disminuido la delincuencia, los ataques de los grupos al margen de la ley, el narcotráfico, pero, la corrupción jamás ha desmejorado, por el contrario ha mostrado aún más su implacable y desalmada fiereza.
El fin último que se persigue de parte de estos criminales no es sacar a Dau de la alcaldía de Cartagena, es mas eso ni les interesa, porque saben que no va a pasar, es enviarle un mensaje a la comunidad cartagenera a través de todas esas calumnias deslegitimadoras y que de manera repetida vamos a escuchar por 4 años en los medios de comunicación hablados y escritos y en las redes sociales, dejando entrever que actuar con transparencia, con honestidad y sobretodo no pertenecer a esas maquinarias corruptas y perversas que se han robado las plata de la salud, de la educación, el deporte, de la infancia, de los señores de la tercera edad, no le conveniente al pueblo cartagenero y que por el contrario ser corrupto, delincuente y hasta criminal es la solución, a esto es lo que señalo como el síndrome de Dau.
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