Es el único colombiano al que la empresa Hohner de Alemania registró un acordeón con su nombre para que pasara a la historia del folclor vallenato.
Hace seis años Emiliano Alcides Zuleta Díaz recibió el más grande premio de su vida musical cuando la fábrica alemana Hohner lanzó un acordeón con su nombre.
Para el hijo de Emiliano Antonio Zuleta Baquero y Pureza del Carmen Díaz Daza, fue un acontecimiento grandioso porque se hacía el reconocimiento a más de 60 años de lucha detrás de ese instrumento sagrado, aunque él aseveró que era principalmente para los primeros acordeoneros que abrieron el camino.
Este juglar de oficio que nació en Villanueva, La Guajira, el jueves 28 de diciembre de 1944, día de los Santos Inocentes, tenía los más grandes méritos para que su nombre y apellido quedaran para la historia.
Entre las múltiples pruebas está la canción que ganó en 1985 en el Festival de la Leyenda Vallenata y que lleva el nombre preciso: ‘Mi Acordeón’.
- El acordeón tiene una sonrisa y una elegancia muy especial.
- Es como una muchacha bonita de esas que tiene Valledupar.
No contento con ese verso llevó su inspiración a tocar las notas del sentimiento popular y demasiado cercano al amor de una madre que es como agua pura en medio del desierto.
- No desmayaré nunca en mi intención
- siempre trataré de quererte más
- eres orgullo de mi folclor y como un besito de mi mamá
- y que Dios me dé la satisfacción de irme contigo hasta la eternidad.
En aquel momento cuando ‘El gago de oro’, unía la letra con las notas de su acordeón haciendo la más bella fusión musical tuvo el acierto de cantar.
- Mi acordeón ha sido mi vida
- mi acordeón ha sido mi alma
- si tú me diste esta fama
- espero que Dios te bendiga.
En esa entrega musical del corazón recordó que Alejo Durán en el año 1968 hizo una bonita canción a su pedazo de acordeón, y que esta se unía a esa gesta musical para valorar que ella había llegado desde muy lejos para alegrar a Valledupar.
La primera grabación
Hay cosas bellas que nunca se olvidan y solo con la muerte pueden acabar, como la herencia que le puede dar el padre a un hijo pa’ toda la vida.
No es una herencia material a la que me refiero yo, es una herencia musical la que mi padre me dejó.
Las notas del acordeón de Emilianito desde un comienzo se hicieron sentir iniciando el periplo de grabaciones en el año 1964, gracias al respaldo de su colega Alfredo Gutiérrez, quien hizo los contactos con la disquera Codiscos.
Esa vez grabó con su acordeón y su voz un disco de 45 revoluciones donde aparecieron las canciones ‘La herencia’ de su autoría y ‘Ave peregrina’ de Raúl Garrido.
Después vino la etapa con su hermano Tomás Alfonso ‘Poncho’ Zuleta, iniciando en el año 1971 con la producción musical ‘Mis preferidas’, hasta llegar a dejar un amplio catálogo de canciones de corte costumbrista, premios y reconocimientos, especialmente el recibido en el Festival de la Leyenda Vallenata del año 2016.
En el listado de voces que han acompañado a Emilianito con las notas de su acordeón también figuran: Beto Zabaleta, Peter Manjarrés, Fabián Corrales, Silvestre Dangond, Juan Piña, Joe Arroyo, Diomedes Díaz, Ivo Díaz, Rafael Manjarréz, Andrés Ariza Villazón, Liliana Geney, Lucy Vidal, Rosendo Romero, Toba Zuleta y Leandro Díaz. También en la producción musical ‘El juglar de los montes de María, (2015) donde participaron Adolfo Pacheco Anillo, Iván Villazón y Silvio Brito.
Desde siempre Emilianito lleva el acordeón incrustado en su corazón el que premió con bellas notas y hasta le regaló una canción donde lo pinta con las notas completas. “Desde cuando vine a este mundo tengo amores con mi acordeón”. Más preciso no lo pudo expresar.
Leyenda viva
Desde muy niño Emiliano Zuleta Díaz, aprendió a tocar el acordeón a escondidas de su mamá quien quería fuera un profesional, un policía o un soldado, pero el folclor vallenato ganó la partida.
Entre las anécdotas de su inquietud por el acordeón aparece una cuando escuchó en Radio Guatapurí que estaban haciendo el programa ‘Buscando estrellas’. Emiliano, no lo pensó dos veces y se inscribió.
Extraño le resultó a Carmen Díaz escuchar en la emisora que un tal Emiliano Zuleta, iba a presentarse en el programa. “No puede ser Emilianito porque él sabe que fue a estudiar”.
El día del concurso ella estuvo atenta, y cuando dieron el nombre del ganador reaccionó. El locutor dijo: “Ganador Emiliano Zuleta Díaz, hijo de Emiliano Zuleta y Carmen Díaz”. Ella muy acongojada le imploró al cielo que eso no fuera cierto que fuera un mal sueño y responsabilizó al marido por haberla enamorado y llevado al altar. “Claro, por haberme casado con un músico”.
Nada pudo hacer porque el romance de su hijo con el acordeón apenas comenzaba. Emilianito convenció a sus padres que lo dejaron ser acordeonero a la par con sus estudios porque les iba a demostrar que sí podía.
“Esa vez les dije con toda seguridad. Déjenme que yo voy a estudiar. Con capacidad y dedicación fui el mejor bachiller del Colegio Nacional Loperena, agrónomo, economista y demostré que si se puede ser acordeonero y gran profesional”, comenta Emilianito con emoción.
Lo logró, pero lo que nunca pasó por la mente de este juglar guajiro fue que aquel acordeón que patentó Cyrill Demian en Viena, Austria, el miércoles seis de mayo de 1829, y que llegó muchos años después a estos lares costeños iba a ser parte de su existencia. Incluso, hasta prometer hacerle una estatua y ponerle un letrero bien grande con la frase: “Tu eres la gloria de Valledupar”…
Emilianito es una leyenda viva con ese acordeón bonito que tantos recuerdos le ha dejado. Precisamente, Poncho Zuleta con el amor más grande cantó:
- “Quién tenga un hermano como yo
- se encuentra contento en esta vida
- y fue Carmen Díaz quien lo parió
- dichosa mamá Dios te bendiga”.
- “Que viva mi acordeón tan bonito que tantos recuerdos me dejó, principalmente de mi hermanito que tanto tiempo me acompañó”.
En el seno de su hogar reposa Emiliano Zuleta Díaz, el guardián del folclor vallenato, el único colombiano al que la empresa Hohner les puso su nombre a los nuevos modelos de acordeones y el padre de la niña Emily Shadday, ese bello regalo de Dios.
Es el mismo maestro de los pitos y bajos que se fusionan para producir un estilo único y melodioso. Además, el autor de canciones que nos hacen añorar esos tiempos de la nota linda, la voz sentida y las ganas de llorar.