Hace varios meses descubrí por casualidad, el programa de la Doctora Ana María Polo. Una mujer para admirar según mí entender. De a pasitos me he ido introduciendo en ese mundo extraño en donde se exponen abiertamente por actores (en ocasiones), casos reales o basados en hechos reales, asuntos personales de quienes sí o no, se mantienen en el anonimato ofreciendo a la luz pública sus experiencias. Mientras, una abogada simpática, humana, franca en su manera de proceder y de dictaminar, escucha y lanza a veces apuntes jocosos que causan gracia y hacen ameno el programa. Ese mundo carece de fronteras. De ahí, que aparezcan los casos más insólitos llegados de casi todo el planeta.
Llama mi atención, que Colombia sea uno de los países con más casos no solo por el número de ellos, sino por lo terrible de ellos. ¿Se está avanzando en algo para impedir que estos personajes pertenecientes a cualquier estatus social sigan avergonzándonos? ¿Y para los jóvenes que?…
Hay tal degeneración y tal desestructuración en la sociedad, que no encuentro por desgracia una aportación que abra una brecha que me permita introducir en ella, no solo mis críticas. El mundo ha avanzado en tecnología, en ciencia y mucho más, pero también ha retrocedido en principios. La corrupción expresada de forma tan natural, ese arroz con mango (cómo dice la Doctora en ocasiones), que se ha convertido en el alimento principal de muchos, no está exento de preocupación y esfuerzo por su parte.
Hay donde escoger: secuestros, asesinatos, niños abandonados, alquilados, vendidos, robados, violados, maltratados y gente pasándola muy mal. Surgen también, abuelos abusadores, nietos, sobrinos, primos, vecinos descocados que no respetan a hermanos, abuelos, yernos, sobrinos, ni la madre que las parió tampoco. El sexo se reparte al mejor postor. La necrofilia y demás parafilias, son reconocidas en ocasiones con dolor. Un total despelote (dicho por la doctora), que no solo preocupa, da asco o nos sirve para el cotilleo. En la escala de valores, hay lugares donde no se imparte justicia y las aberraciones y los casos más siniestros e insólitos, están a la orden del día. Ah, ¡las drogas! Esas, jamás desaparecen.
Los escándalos son monumentales en plena pandemia. Hace poco, en España la casa alquilada a una conocida de los medios televisivos, quedó para el arrastre. La droga pululaba por los rincones, y el desorden y la destrucción fueron la muestra de la clase de personajes que gracias al dinero fácil y al verbo, pueden llegar a construirse una vida falsa, alejada de las buenas costumbres, los buenos modales y las buenas acciones. Aún no se conoce el paradero del “importantísimo” (así se presentó), hombre de negocios.
Lo que escucho y veo, no deja de revolotearme. Me pregunto:
― ¿Hasta cuándo el desprestigio no solo de Colombia seguirá rodando? ¿Doy pasos hacia atrás?
— ¡Záfate del pasado! ― dice mi conciencia.
Consulto con Correcaminos (personaje de mi primer libro). Sigo su consejo:
― ¿No lo puedes arreglar? Deséchalo. “Que cada quien aguante su vela”. Así, todos seremos felices.
Mi admiración por la Doctora Polo y su programa, que ha logrado dar a conocer la realidad sospechada y abrir las diferentes vías, sin dejar de lado su particular manera de imponer justicia.




