En la edad de los porqué/ A una abuela pregunté:/ ¿Porque los hombres reían?/ ¿Porqué existe la alegría?/ Y la abuela respondió:/ Formó Dios el rostro del hombre/ Y brillo su aliento le dio/ Después se miró en ese espejo/ Y así la sonrisa inventó.
Así comienza La canción de la abuela, una hermosa narración del cantautor colombo-argentino Piero sobre cómo Dios creó la sonrisa y dotó al ser humano de ese maravillo instrumento cuyo enorme poder a veces pasa desapercibido.
Con su hermosa sonrisa, por ejemplo, Helena ocasionó la Guerra de Troya; en la Edad Media y el Renacimiento fue considerada pecaminosa porque se decía que Cristo nunca sonrió, un argumento desarrollado por Umberto Eco en su libro El nombre de la rosa; y gracias a ella, La Monalisa, la obra maestra de Da Vinci, se ha constituido en enigma.
Su belleza ha servido de inspiración para todo tipo de obras de arte y generarla ha sido profesión y fuente de empleo durante siglos. Adicionalmente, sus causas, consecuencias, aspectos filosóficos, características y beneficios han sido objeto de discusiones, estudios e investigaciones.
Se ha demostrado que, físicamente, la sonrisa retrasa el envejecimiento, oxigena el organismo, reduce la presión sanguínea y la tensión muscular, libera algunas de las hormonas encargadas de disminuir el dolor físico y emocional, aumenta los niveles de las hormonas que producen sensación de bienestar y mejora el sistema inmunológico, lo que incrementa la efectividad de las medicinas y los tratamientos médicos, pues hace al organismo más receptivo a su efecto.
En el aspecto sicológico, mejora el ánimo, incrementa la energía, transmite alegría al cuerpo, ayuda a disminuir el estrés, la ansiedad, la depresión, el insomnio e, incluso, ciertos dolores menores y predispone hacia un estado de felicidad y positivismo.
Además de estos beneficios personales, la sonrisa tiene un importante papel en la interacción social. Una sonrisa genuina y sincera, conocida como ´sonrisa Duchenne´ en honor al médico investigador francés Guillaume Duchenne, genera empatía, abre canales de comunicación y mejora nuestra imagen personal ante los demás, no solo al hacernos más atractivos, sino también al hacer que seamos percibidos como personas más corteses, generosas, extrovertidas, confiables y competentes.
Funcionalmente, sonreír supone un menor esfuerzo que llorar o fruncir el ceño y sus beneficios enormes para el estado de ánimo propio e, incluso, para el de los demás. La sonrisa es un acto mágico, un superpoder con el cual podemos transformar nuestro día, mejorar nuestra salud, enfocar positivamente nuestras acciones e inducir un poco de felicidad en los demás.
Hagamos un experimento: a solas, frente al espejo, sonriamos. Sonriámonos a nosotros mismos con sinceridad y amor. Luego, miremos cómo lo hace un bebé o un niño, hagámoslo con él e intentemos reproducir desde nuestro corazón esa pureza e ingenuidad en cada una de nuestras sonrisas a partir de entonces.
Después, en nuestro hogar, sonriamos a nuestros familiares y amigos con más frecuencia, y en la tienda, en la calle, en nuestro estudio o trabajo ofrezcamos a los demás una sonrisa al hablar, al pedir un favor, al solicitar un servicio o simplemente al pasar y veremos los resultados…
En conclusión, estos son los efectos de una ´simple´ sonrisa, ¡¿Se imaginan entonces todo lo que puede causar la risa?!