Mientras almorzabamos, con los ojos puestos en otros tiempos y con ese rostro perdido que tienen las mujeres cuando leen augurios en el aire, mi esposa me dijo: “ojalá nuestro hijo no nos dé nietos. Si acaso, sólo habrá planeta para su generación”.
-Y, ¿tú qué…? , te volviste bruja, me tocará esconder las escobas; si no, me sales volando. Sonriendo se lo dije, con el ánimo de sacarla de ese estado ensimismado que surge cuando se habla desde el corazón.
Al percibir que ni el bien intencionado “bullying” ayudaba a reducirle gravedad a sus premoniciones, pasé a lo serio. -Si, amor, duele; pero, sabes, sería lo mejor.
Somos tan diferentes, tal vez por eso llevamos tantos años juntos; cuando soy el que entra en “modo infortunio”, ella es la encargada de activar el “modo fiesta”. Me preocupé.
La charla del almuerzo se fue por el camino de las cifras del calentamiento global: un grado de aumento en la temperatura del planeta; lo que antes necesitaba centurias, ahora sucede a cada diez años; luego, la charla enfiló por las trochas de la deforestación del Amazonas, donde los hombres adinerados convirtieron esas rutas selváticas -en las cuales hacían sus andanzas la guerrilla- en avenidas de barro; dibujando, vistas desde el cielo, desiertos alargados entre la selva, similar a líneas de Nazca de la estupidez moderna. Por esas carreteras polvorientas cargan la madera e introducen ganado a la selva, en la actualidad, la “Gente de Bien”.
Mientras rajábamos de esta gente, me di cuenta que en mi plato yacía un pedazo de carne vacuna y que la “Gente de Bien” somos todos; ni siquiera los vegetarianos se salvan de estar incluidos entre la “Gente de Bien”. Sobre todo si consumen soja, sorgo o maíz.
Me gusta esa definición chibchombiana que surgió durante las protestas en Colombia y tiene un toque musical semejante a “Gente de Zona”, el grupo de músicos cubanos a los que el hijo de Julio Iglesias le debe la resurrección; y además, creo, surge del inconsciente salsero de los caleños, aunque la nuevas generaciones no recuerden al poeta de la Salsa, Rubén Blades:
“Ella era una chica plástica, de esas que veo por ahí, de esas que cuando se agitan sudan Chanel number three…Era una ciudad de plástico… con gente de rostro de poliéster que escuchan sin oír y miran sin ver, gente que vendió por comodidad su razón de ser y su libertad.
¿Quiénes somos la Gente de Bien?. Hay claramente un denominador común: viven en mejores casas o tienen mejores ingresos o se consideran más inteligentes que aquellas personas que no entran en ésta categoría, según ellos mismos.
Están los que dicen no pertenecen a esa clase. Permítanme describirlos con la imagen de un gran amigo mío. Es intelectual a morir, profesor de universidad pública y privada. conoce al detalle las cifras y las estadísticas sobre el calentamiento global, está en contra de las multinacionales, le fascina fumar tabaco en pipa y tomar Coca Cola para refrescar las tardes de verano en la baranda de su casa. De ideas afines al Polo Democrático, sin ser sectario; no es un hombre rico pero tiene una vida cómoda. Lo molesto diciéndole que es tan izquierdoso que el día que muera no se sentará a la diestra del Señor, sino a la siniestra.
Están los que saben que pertenecen a la “Gente de Bien”, pero sólo lo afirman en los cocteles o en reuniones de amigos, pues son políticamente correctos: “eso del calentamiento global es carreta barata”
Me pregunto qué significa “Gente de Bien”, pues el significado varía de acuerdo a la postura de quien define a este grupo de personas. Para no meterme en problemas explicativos; me voy a otro país, dirán muchos que los seguidores del expresidente Trump son la clásica “Gente de Bien”. Y, en mi país, depende de si vives al norte o al sur de Bogotá, Cali o Medellín.
La verdad es que la “Gente de Bien” somos la mayoría. Y encontré, tal vez, una mejor definición: es toda persona que no desea perder su comodidad, a pesar de que las evidencias, cifras, resultados, estadística y hechos demuestran que, esta comodidad, debe abandonarse si se desea un mundo mejor.
“Gente de Bien”, aquellos que apoyaron la esclavitud; “Gente de Bien”, los que piden, después de salir de las iglesias, que ojalá la Policía acabe con los vándalos; “Gente de Bien”, los que cambian de modelo cada año, ya sea el celular, el carro o televisor. “Gente de Bien”, aquellos que están jodidos pero sueñan con ser “Gente de Bien”.
Creo, puedo equivocarme, que es hasta cierto punto permisible ser parte de la “Gente de Bien”, ya sea a la derecha o a la izquierda; en posturas ideológicas no es del todo equivocado, pero tratándose de nuestro planeta, no hay forma de pertenecer a la “Gente de Bien”.
En relación a nuestro planeta, no podemos ser como las personas que desean seguir viviendo igual, sin aceptar que la humanidad no puede porfiar por el mismo camino. O reconocemos que debemos cambiar todo el modelo de producción y que la economía tendrá que inventariar en la rentabilidad financiera, la rentabilidad ecológica o la naturaleza se encargará de decirnos: Humanos, ustedes no son “Gente de Bien”. Y no me gustaría que mi descendiente se levantara en las mañanas y viera, en otro planeta, la Tierra totalmente roja y jamás pudiera apreciar lo que vio su abuelo.
No nos volveremos vegetarianos por el momento, pero solo compraré carne una vez al mes para recordar que nosotros no podemos sacarnos, olímpicamente, del Grupo de la “Gente de Bien”, que se necesita esfuerzo mental para reconocer que frente a nuestro planeta toda la humanidad ha fallado.



