Ante una circunstancia como la que hemos atravesado en los últimos tiempos, relacionada con aspectos que involucran a la ciencia, podría suponerse que las Asociaciones Científicas y por supuesto quienes las componen, fuesen quienes lideraran los temas relacionados con la toma de decisiones, tuvieran mayor inherencia en aspectos de salud pública y por supuesto llegaran a la comunidad de manera sencilla, oportuna y directa, para orientarla en cuanto a cómo actuar o qué hacer para enfrentar la crisis actual. No ha sido así. Llegamos tarde a la gente. Y no solo tarde, si no que no sabemos comunicar.
Al no hacerlo de manera adecuada, los riesgos entre otros son: o no llega el mensaje, o no tiene credibilidad y por ende su aplicabilidad no es la esperada. Los ejemplos están latentes. El poder comunicativo de quienes se apropian de las redes y expresan opiniones sin fundamento alguno más allá del de su subjetiva visión de las cosas, ejerce un impacto considerable en la sociedad.
Y no es que las Asociaciones Científicas se las sepan todas. Si algo nos ha demostrado esta parte de la historia del siglo XXI, es lo frágil que resultan los argumentos, lo manipulable que son las estadísticas y lo poco que podemos lidiar con la incertidumbre en un momento en que el mundo exige respuestas.
Ante esta falta de liderazgo, toma su lugar la “infodemia”. Pandemia caracterizada por pseudoexpertos en todo y que si saben como llegar a la gente y convencerla, no de lo que muestra la evidencia, si no de lo que ellos tienen como opinión, pero que para algunos se convierte en ese faro a seguir y en medio de la desesperanza se aferran a ella como una verdad irrefutable.
El curso de los acontecimientos ha demostrado lo peligroso que es para una comunidad, poner en práctica conceptos o ideas de opinadores sin fundamento. y si nadie tiene la última palabra, ¿por qué las Asociaciones científicas deben liderar el proceso de comunicación a la opinión pública? La respuesta es tan simple como compleja: Por un lado, porque el método científico está de su lado y es éste método el que nos provee respuestas verídicas y verificables. A la vez que muestra las falencias de las alternativas a seguir en su verdadera proporción, en contexto y no basado en casos anecdóticos.
Por otro lado, porque la posición de la ciencia (no hablo de las industrias farmacéuticas ni de quienes tienen conflictos de intereses), debe ser neutral. Independiente de creencias, sesgos o prejuicios. Con ese soporte, lo que le hace falta a la comunidad científica es aterrizar el conocimiento, sensibilizarse ante la necesidad de comunicación que tiene la humanidad.
La ciencia es para el pueblo. Un pueblo que ya no simplemente acata, si no que ahora exige explicaciones y desea comprender el porqué de las cosas. No basta con solo publicar en revistas científicas ( si, eso es parte de lo que se debe hacer), pero del mismo modo, socializar la información, no es degradarla. Al contrario, es exponenciarla para poner a muchos más de lado del conocimiento
Albert Einsten dijo que “puedes hacer simple tu mensaje, sin comprometer su contenido”. La posibilidad de hacerlo va en relación directa con tu capacidad comunicativa y tu conocimiento del tema. Por lo tanto, no le quitemos relevancia al mensaje, pero si dejemos de lado el tecnicismo, e inyectémosle pasión. No nos de miedo popularizar la ciencia. Ser líderes de opinión es en estos momentos un asunto que cambia vidas.



