El sector petrolero no necesita ni subsidios ni incentivos. Operan en guerras civiles, el frío de las tundras, y en lo recóndito del desierto. Una creciente conciencia sobre cambio climático correctamente eleva el estándar ambiental. En Colombia los retos no son estos, la actitud de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) no permite. Ahora que repunta el precio del petróleo, se pierde una oportunidad.
Cada incremento de un dólar aporta $365 mil millones al gobierno y cada 10 mil barriles diarios $300 mil millones. Después de bordear los 900 mil barriles en el primer trimestre del 2020, en junio, se produjeron 694 mil barriles. El colapso empezó antes de la pandemia, el repunte a pesar del precio es frágil. Si la producción fuera la de la pre-pandemia, tendría $10 billones más el Gobierno.
De las reformas exitosas del gobierno Uribe fue la del sector de hidrocarburos. Al separar la regulación de la producción, se incentivó la inversión y tecnología privada. Ecopetrol, como juez y parte, aunque público, abusaba de sus privilegios.
Se creó la ANH con mejor gobierno corporativo y remuneración para manejar la regulación. Se diseñó un exitoso proceso de adjudicación de rondas y el quinto contrato más competitivo del mundo. Ecopetrol, tras listar en bolsa, se benefició de la disciplina de los mercados por ello hoy se ubica en el primer quintil de eficiencia entre las petroleras estatales. Un boom petrolero naturalmente ocurrió.
En épocas recientes también hay éxitos, recalibrar la distribución de regalías hacia las regiones productoras facilita la conversación social. También reactivar los contratos de exploración. Eso si preocupa la decisión de la ANH de desmontar su estrategia territorial para delegarla en terceros. Las convocatorias conjuntas con entidades ambientales y de orden público en territorio, permitía resolver los problemas integralmente. No genera la misma la confianza, la petrolera que el gobierno.
Es inexplicable la decisión de no interactuar con alcaldes y gobernadores, critico dialogar con las juntas de acción comunal. Entendiendo los retos de pandemia, a través de zoom podían conversar. Otras entidades nunca dejaron de ir a región. Aun manteniéndose en su bogotana torre de marfil, eliminar las pequeñas inversiones sociales de la ANH para comunidades hace todo más difícil. El brillo como destino de inversión se viene perdiendo.
Entre 2005 y 2011, 52 empresas colombianas, principalmente de hidrocarburos, listaron en la bolsa Toronto. Recientemente es puro cannabis. Las exigencias de capital líquido para invertir en petróleo colombiano, limita el interés. La actitud policiva de la ANH tiene frenado el sector en un momento de precio altos. En los últimos dos años se empezaron más de 200 procesos sancionatorios. Hay una instrucción de que ningún funcionario de la entidad puede reunirse con miembros de petroleras. La imposición de la nueva minuta cambia de reglas de juego. Puro garrote, cero zanahoria.
No debería haber tratamiento especial para hidrocarburos, simplemente claridad en las reglas de juego, dejarlos trabajar e invertir. Tan impopular como es la actividad, sus recursos permiten la expansión de programas sociales o tener impuestos más bajos. Se debe entender que el éxito no son las multas sino la inversión.