La pobreza es un escándalo, una vergüenza y un fracaso de nuestra sociedad. Cuando un país tiene un elevadísimo nivel de pobreza, debería preocuparse en primer lugar en buscarle las causas y después solucionar esta problemática con la aplicabilidad de todas las políticas económicas y sociales que ayuden acabar eficazmente y para siempre con los elevadísimos niveles de pobreza.
Es una vergüenza que en unos países se bota comida a la basura y en otros se muere de hambre, que en unos barrios todos tienen las condiciones y bienestar y en otros no tienen acceso a agua potable, que unos niños tienen todas las condiciones para materializar sus sueños con educación de calidad y que otros no encuentren otra solución que transformarse en delincuentes. Pudiéramos seguir en un sin fin de situaciones que nos deben avergonzar a todos.
Ser pobre es una experiencia sumamente vergonzosa que degrada la dignidad y la sensación de autoestima de la persona. El dato de que nada menos que 1.300 millones de personas viven aproximadamente con menos de 1 dólar al día nos lo dice todo: el mundo no está bien repartido, y es necesario hacer algo para cambiarlo. Si no se actúa con contundencia, el objetivo del Milenio de acabar con el hambre en el mundo y con la pobreza extrema, propuesto por la Organización de las Naciones Unidas, está lejos de cumplirse.
Parece increíble que en el mundo globalizado en que vivimos, que tanto ha evolucionado y avanzado en tecnología e innovación, tenga unas cifras de pobreza tan elevadas. Pero la situación es aún más grave. Según Amnistía Internacional, 1.000 millones de personas viven en asentamientos precarios, 1.300 millones de personas no tienen acceso a asistencia médica básica, 2.500 millones no tienen acceso a servicios sanitarios adecuados, y 20.000 niños y niñas mueren cada día como consecuencia de ello.
La pobreza no se trata solamente de la falta de ingresos, sino también de la privación del acceso a los derechos necesarios para poder disfrutar de un nivel de vida adecuado. Esto se plasma en la falta de comida, trabajo, agua potable, tierra y vivienda, así como en el aumento de la desigualdad, la falta de participación, la xenofobia, el racismo, la violencia y la represión en todo el mundo. Todo esto es lo que se acaba traduciendo como pobreza en el mundo.
En la jornada mundial de los pobres que se celebró el domingo pasado el Papa Francisco dijo, “que no tengamos miedo de ver de cerca el sufrimiento de los más débiles y pobres abandonados a su suerte todo eso a causa de la pobreza que a menudo están forzados a vivir, víctimas de la injusticia y de la desigualdad de una sociedad del descarte que corre velozmente sin tenerlos en cuenta y los abandona sin escrúpulos a su suerte. Ojalá el mundo haga todo para acabar las brechas de desigualdad y pobreza que además de avergonzarnos nos autodestruye”.