En una jornada electoral importante para Francia, la coalición de izquierda Nuevo Frente Popular (NFP) emergió como la gran ganadora de las elecciones legislativas, aunque sin alcanzar la mayoría absoluta. La competencia fue reñida, especialmente en el balotaje final que enfrentó a la alianza del presidente Emmanuel Macron y la extrema derecha liderada por Marine Le Pen.
El NFP, bajo el liderazgo de Jean-Luc Mélenchon, logró entre 177 y 192 escaños de los 577 disponibles en la Asamblea Nacional, posicionándose como la fuerza política más significativa en la cámara baja.
La alianza oficialista de Macron, conocida como La República en Marcha, obtuvo entre 150 y 180 escaños, mientras que el partido ultraderechista Agrupación Nacional (RN) y sus aliados lograron entre 115 y 155 escaños, según las primeras proyecciones a la espera de los resultados definitivos.
El resultado es un golpe duro para Marine Le Pen, cuya campaña había generado expectativas de una posible mayoría absoluta. Las proyecciones iniciales sugerían que la ultraderecha estaba en una posición fuerte, pero la realidad de los votos demostró un rechazo significativo por parte del electorado francés.
Jean-Luc Mélenchon, visiblemente emocionado, declaró: “Nuestro pueblo ha rechazado claramente el peor escenario posible”. Subrayó que el NFP, a pesar de no tener mayoría absoluta, debe asumir el liderazgo del país sin necesidad de negociar con la alianza de Macron. Por su parte, Emmanuel Macron, manteniendo la calma, instó a la prudencia y resaltó que su alianza centroderechista “sigue bien viva”. “La cuestión es quién gobernará a partir de ahora y logrará una mayoría”, añadió.
La composición de la nueva Asamblea Nacional será crucial para definir la dirección política de Francia en los próximos años. Sin una mayoría clara, se anticipa un período de intensa negociación y posibles alianzas para asegurar la gobernabilidad. La victoria del NFP marca un cambio significativo en el panorama político francés, reflejando una creciente preferencia del electorado por políticas más progresistas y un rechazo a los extremos, especialmente a la ultraderecha.
Con este resultado, Francia se prepara para una nueva fase en su historia política, donde la búsqueda de consenso y la cooperación entre diferentes fuerzas serán esenciales para enfrentar los desafíos futuros del país.