Este domingo 6 de abril, Bogotá vivió un nuevo capítulo en la escalofriante lucha por el control del lucrativo negocio de las esmeraldas. Hernando Sánchez, de 62 años conocido como el ‘Zar de las Esmeraldas’, fue abatido en su residencia ubicada en el conjunto Bosques del Marqués, al norte de la ciudad, en un crimen que ha dejado al país en shock. El ataque ocurrió alrededor de las 3:40 p.m. cuando un francotirador, acabó con la vida de Sánchez en lo que se perfila como un asesinato calculado y premeditado.
Lo alarmante de este crimen es que, al igual que su antecesor en el negocio, Juan Sebastián Aguilar, alias ‘Pedro Pechuga’, quien fuera asesinado en las mismas circunstancias el pasado mes de agosto de 2024, Sánchez también perdió la vida en el mismo conjunto residencial, Bosques del Marqués. Esto ha puesto sobre la mesa las preguntas sobre la expansión de los grupos armados y las redes criminales que operan en la sombra del negocio esmeraldero, donde la violencia parece no cesar.
El ataque a Sánchez ha encendido nuevamente las alarmas sobre la seguridad en Bogotá, especialmente en una zona aparentemente tranquila, que se ha convertido en el epicentro de crímenes relacionados con el control del mercado ilegal de las esmeraldas en Colombia.
El uso de un francotirador para ejecutar el asesinato resalta la creciente sofisticación de las bandas criminales que operan en este sector, lo que pone de manifiesto la falta de control sobre estas actividades ilícitas que afectan a varias regiones del país.
Las autoridades, lideradas por la Policía Metropolitana de Bogotá, han iniciado un operativo de gran escala en la zona con el fin de identificar y capturar a los responsables del asesinato. Sin embargo, las investigaciones iniciales sugieren que el crimen fue ejecutado desde un lugar cercano al conjunto residencial, posiblemente en los cerros aledaños, lo que añade complejidad a la búsqueda de los responsables.
La noticia también ha resaltado las preocupaciones sobre las amenazas que Sánchez había denunciado en diversas ocasiones, aunque no se logró evitar el ataque. Esto evidencia una vez más la fragilidad de la seguridad en sectores claves del país, particularmente en aquellos donde el crimen organizado sigue su lucha por el control de los negocios ilícitos.
Este asesinato es solo un capítulo más en la historia de violencia que sigue alimentando el negocio ilegal de las esmeraldas en Colombia, dejando a la población preguntándose hasta qué punto el Estado puede garantizar la seguridad de aquellos que se encuentran en el centro de estos conflictos.