Este domingo 6 de abril, Cartagena de Indias vivió un nuevo acto de violencia que sacudió a la comunidad. Yair Eduardo García Rodríguez, conocido como ‘El Gordo Balín’, fue asesinado a sangre fría por sicarios motorizados en el barrio El Socorro, un crimen que se suma a los cinco homicidios registrados en lo que va de abril. Con esta tragedia, la ciudad continúa siendo escenario de una ola de violencia que pone en evidencia la creciente inseguridad que enfrenta la capital de Bolívar.
El asesinato de García Rodríguez ocurrió alrededor de las 10:20 p.m., cuando dos hombres en moto llegaron hasta un establecimiento público donde la víctima compartía con amigos. Sin mediar palabra, el parrillero se acercó a García Rodríguez y le disparó a quemarropa, provocando su muerte instantánea.
El informe oficial de la Policía Metropolitana de Cartagena detalla que, a pesar de la presencia de otras personas en el lugar, los sicarios no dudaron en ejecutar el crimen frente a los testigos. La escena fue cerrada por el CTI de la Fiscalía, que realizó la inspección técnica del cadáver.
Las primeras versiones apuntan a que García Rodríguez tenía antecedentes judiciales por delitos como porte ilegal de arma de fuego y fuga de presos, lo que ha llevado a algunos a especular sobre un posible ajuste de cuentas en el contexto del crimen organizado que opera en la ciudad. Sin embargo, las autoridades aún no han confirmado si este móvil fue el principal en el asesinato.
Este crimen es un reflejo más de la espiral de violencia que está azotando a Cartagena en los últimos meses. Con cinco homicidios en solo seis días, la ciudad parece estar sumida en una crisis de seguridad que afecta tanto a residentes como a turistas. Los enfrentamientos entre grupos criminales y el accionar de los sicarios, que operan con total impunidad, han aumentado en varias zonas de la ciudad, especialmente en barrios periféricos.
Lo sucedido con ‘El Gordo Balín’ refleja una problemática más profunda: la consolidación de estructuras criminales en la ciudad, que no solo afectan la seguridad pública, sino también la percepción de la ciudadanía sobre la capacidad del Estado para garantizar la seguridad en las zonas más vulnerables.
Mientras las autoridades continúan con las investigaciones, Cartagena se enfrenta a una crisis de seguridad que requiere de una respuesta urgente y eficaz para frenar la violencia que sigue cobrando vidas en las calles de la histórica ciudad. La pregunta que queda es: ¿hasta cuándo seguirá siendo Cartagena una ciudad marcada por el flagelo de la violencia?