El Virus del Papiloma Humano (VPH) es una de las infecciones de transmisión sexual más frecuentes a nivel mundial. Se estima que más del 80% de las personas sexualmente activas se infectarán con alguna de sus variantes en algún momento de su vida. A pesar de su alta prevalencia, sigue siendo una de las infecciones con mayor carga de estigma y desinformación, especialmente en mujeres, esto no significa que los hombres no puedan tenerlo, la diferencia es que por las pruebas que tenemos disponibles para su identificación en la actualidad, solo las mujeres logran saber si lo tienen o no.
El diagnóstico de VPH suele generar preocupación, ansiedad e incluso conflictos de pareja. Muchas personas asocian la infección directamente con infidelidad o prácticas sexuales de riesgo recientes, sin tener en cuenta que el virus puede permanecer en el cuerpo alrededor de 10 o 20 años sin causar síntomas ni lesiones visibles. Por eso, no es posible determinar con precisión cuándo ni con quién ocurrió el contagio, lo que hace injusto e impreciso atribuir culpas. Y esta es una de las principales preocupaciones de las pacientes, en medio del miedo y la angustia por el diagnóstico siempre tratan de buscar un culpable.
Existen más de 200 tipos de VPH, de los cuales al menos 14 se consideran de alto riesgo de producir cáncer. Estos son los que pueden provocar lesiones precancerosas en el cuello uterino, la vulva, la vagina, el pene, el ano o la orofaringe. Sin embargo, la mayoría de las infecciones por VPH son transitorias y son eliminadas espontáneamente por el sistema inmunológico, sin dejar secuelas.
El virus induce cambios a nivel celular, pero solo cuando se mantiene activo por largos periodos de tiempo logra inducir lesiones premalignas o malignas, las cuales se pueden identificar con pruebas como la citología o el test de VPH para el caso de las mujeres. Para los hombres, a la fecha, no hay una prueba de tamizaje validada y avalada por las sociedades científicas que permita saber si son portadores o no del virus.
El VPH se transmite principalmente por contacto sexual, incluso en ausencia de penetración. El uso del preservativo disminuye el riesgo de transmisión, pero no lo elimina completamente. Además, no existen tratamientos antivirales específicos para erradicar el virus, por eso es primordial el tamizaje con citología o test de vph, la vigilancia de las lesiones causadas y el tratamiento oportuno si es necesario.
En este contexto, buscar un “culpable” del contagio resulta poco útil y clínicamente irrelevante. El foco debe estar en la prevención, la información veraz y el acompañamiento sin juicios. Los sentimientos de culpa o vergüenza asociados al diagnóstico solo perpetúan el estigma y dificultan la adherencia a los controles médicos.
Por eso, es fundamental promover campañas de educación, para hacer el tema visible, compartir información clara sobre el VPH, fomentar la vacunación en niñas, niños y adolescentes, e incluso en adultos, que por cierto es la vacuna con más estudios de seguridad en el mundo, también se debe garantizar el acceso a pruebas de tamizaje como la citología cervicouterina y la prueba molecular para VPH.
Tener VPH no es tener un diagnóstico de cáncer inmediatamente, es un factor de riesgo, pero no siempre se desarrolla la enfermedad, por eso la invitación es a consultar con tu ginecóloga de confianza para tener una asesoría, desde la prevención hasta el tratamiento de lesiones si es necesario.
En conclusión, el VPH no debe ser motivo de señalamiento o de juicio moral. Se trata de una infección frecuente, prevenible y manejable, cuyo diagnóstico debe abordarse desde la evidencia científica, la empatía y el respeto. El objetivo no es buscar culpables, sino fortalecer el acceso a la información, al cuidado y a una atención médica libre de estigmas.



