Con los hechos acontecidos el pasado domingo 11 de marzo, en las elecciones para el congreso y las consultas, quedó evidenciado lo anacrónico, desactualizado y peligroso para el régimen democrático, el actual sistema electoral.
Cuando la expresión de la democracia se manifiesta a través de la voluntad del ciudadano por escoger a quien ha de representarlo o gobernarlo y se duda de la entidad que ha de validar esa decisión, se pierde la confianza, aflora la duda y se corre el riesgo de generar violencia por parte de quienes consideran que sus derechos han sido quebrantados.
Lo sucedido en las recientes elecciones es una campanada de alerta que desnudó como lo indicamos arriba, lo anacrónico de nuestro sistema electoral, entendiendo como tal, que el proceso no está de acuerdo con los avances tecnológicos de la época y parece estar diseñado para ajustarlo de acuerdo a determinados intereses, generando incertidumbre ante la ciudadanía.
El país ya tiene amargas experiencias cuando la voluntad popular es vulnerada, solo basta recordar el origen del movimiento 19 de abril o M19, donde a raíz de un supuesto fraude electoral en las elecciones presidenciales del 19 de abril de 1970 que dio como ganador a Misael Pastrana Borrero sobre el ex general Gustavo Rojas Pinilla de la Alianza Nacional Popular (Anapo), generó la reacción de una tendencia de militantes y simpatizantes de dicha organización política al considerar que por la vía democrática (entiéndase en las urnas), no se podía acceder al poder, optaron por la lucha armada engendrando el M19, que tuvo su aparición en 1974 siendo su primera acción la toma de la Quinta de Bolívar y la sustracción de la espada del libertador como símbolo de lucha, acuñando la consigna “con el pueblo, con las armas al poder”. Historia como esta no se debe repetir, ya es mucha la sangre derramada, muchas las vidas perdidas e inteligencias sacrificadas de diferentes tendencias e ideologías.
Cuando apenas comenzamos a transitar un nuevo camino en busca de una convivencia pacífica y construir un verdadero estado donde quepamos todos y tengamos un país con oportunidades y adecuada calidad de vida, en el horizonte aparecen nubarrones que pueden presagiar que los pocos pasos dados en la ruta de la reconciliación, se conviertan en extensos escenarios donde aparezca y se recrudezca la violencia política.
Lo que está en juego no es de poca monta, donde fuerzas políticas de diferentes tendencias enfilan sus baterías para tomar la orientación del país, se requiere que la registraduría y demás organismos del estado brinden plenas garantías a todos los partidos y movimientos políticos, donde la imparcialidad, celeridad y transparencia se impongan en todo el proceso electoral.
Punto aparte que amerita la máxima atención de las autoridades competentes son los procedimientos utilizados por muchos de los hoy senadores y representantes para lograr una curul, lo descubierto a la representante y senadora electa por el partido conservador Aida Merlano en Barranquilla donde tenía de acuerdo a lo señalado por la Fiscalía General de la Nación, toda una organización delincuencial electoral, es solo una muestra que nos presenta de cuerpo entero los procedimientos utilizados por muchos legisladores para hacerse elegir.
No son pocos los congresistas que utilizando las mismas prácticas de Aida Merlano se están pavoneando en clubes, calles, y plazas de nuestra geografía, celebrando sus “vivezas”, rodeados de lisonjeros y aduladores; como si fuera poco, para mayor desesperanza observamos candidatos presidenciales disputándose esas clientelas captadas de manera tramposa.
Gobernantes y legisladores de poca estatura moral, elegidos fraudulentamente en alianzas con grupos delincuenciales, donde prevalece el “todo vale” para lograr su cometido, no brindan la más mínima confianza y credibilidad y en lugar de respeto y admiración generan repugnancia y asco. Si continuamos con estas prácticas clientelares y delictivas muy difícilmente podremos avanzar para ser un país distinto, como nos lo merecemos, enrutado hacia un desarrollo social y económico sostenible.