Quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra, lo cual no evita que se saque la cauchera.
Adolfo Ordoñez, candidato a la alcaldía de Sincelejo es un ser excepcional. Tiene defectos como cualquier otro y una historia de vida dura a sus espaldas, que no estoy autorizado para contar. Lo que si transpira de manera desbordante es amor por Sincelejo.
Mario Fernández, es un intrépido joven Sincelejano, atrevido en el buen sentido de la palabra, que ha sabido canalizar el potencial electoral de su tío, el exalcalde de Sincelejo Jairo Fernández. Mario, igual tiene defectos.
A Mario y a Adolfo, los unen de una u otra forma vidas duras, donde la dureza no la define solamente las carencias materiales. El mayor punto de encuentro entre Mario y Adolfo es el amor por Sincelejo. Ese mismo amor que siente José, un arquitecto de profesión y gerente de la campaña de Adolfo, quien, con una férrea personalidad y sentimiento de amistad inigualable, megáfono en mano, promociona y defiende a su amigo Adolfo.
Tanto Mario, como Adolfo son candidatos a la alcaldía de Sincelejo. Su único deber no es satisfacer a un electorado, sino actuar con responsabilidad ante toda una generación venidera, presente y otra que espera el reposo de los años vividos.
Jamás será posible complacer ni cumplirle a todo mundo; pero lo que no se perdona, es no responder con gallarda humildad y acierto al papel que nos asigna la historia.
En mi forma de ver las cosas, Mario y Adolfo están llamados a unirse en estas elecciones, porque si actúan divididos, podrían entregar el poder a otro candidato a la alcaldía de Sincelejo, que en su mayoría está muy mal rodeado, y precisamente por esa indolora aureola del mal hacia éste municipio, sin exagerar convertiría a Sincelejo en una ciudad tan peligrosa como Caracas (Venezuela) considerada la más insegura del mundo. Entre otros males.
De ese tamaño es el caos apocalíptico que se nos viene encima, de ser el alcalde de Sincelejo el otro y no por él, sino porque “cada quien va por lo suyo”, de muchos –no todos- de los que lo rodean, en donde la arbitrariedad es ley.
Vean que lo digo hoy, y no es exageración. Lo que no podemos permitir es probar, si es o no exageración. Lo advertí anteriormente, que sería un caos si elegían un gobernador equis en Sucre. Lo eligieron y fue el caos y hoy digo de la catástrofe a que están llamados a librarnos Adolfo y Mario, uniéndose. Es una unión de respeto mutuo, no es una unión de poder, sino de responsabilidad con un pueblo.
No es temor infundado, es responsabilidad madura, que tanto el equipo de Adolfo como el de Mario, están llamados a asumir y afrontar incluso el costo político, pensando primero en Sincelejo. No deben ser inferiores a ello. ¿Quién cedería y quien quedaría como candidato? Los dos son buenos y en cualquier vía es bienvenida esa unión.
Si Adolfo se une a Mario, le toca dar una explicación difícil a sus seguidores que maduramente la deben entender y ante todo reconocemos los observadores de este acto, que es un sacrificio por Sincelejo, necesario por el futuro de todas las generaciones. Igual si es Mario, quien apoye a Adolfo- aquí no hay impensables.
Los puntos a ponerse de acuerdo, para consolidar la unión, sobre quien queda de candidato no pueden ser obstáculo personal, que impida lograr el resultado. Una encuesta flash, puede ser una forma. Un acuerdo de las partes- sin encuesta-, pensando en Sincelejo, puede ser manera de determinar el candidato.
Son varios los que dicen que la candidatura de Adolfo Ordoñez es un embeleco del actual alcalde de Sincelejo, Jacobo Quessep, para impedir que el poderoso y noble gremio de los mototaxis y opinión se sumen a Mario, debido a lo maltratados que han sido, por la administración de Jacobo.
Adolfo ya me respondió que eso es falso. Sé que Adolfo es una persona seria, creyente, que no jugaría con Dios y los sentimientos de la gente jamás, y súmele, que ama a Sincelejo.
Mario y Adolfo, a demostrar GRANDEZA. Únanse.
Mire a ver: se unió Eduardo Pérez Santos, excandidato a la gobernación de Sucre a Héctor Olimpo Espinosa. Eduardo ayer manifestó vehementemente que su aspiración era firme.