Desde que se expidió el decreto 1741 de 1978 el Estado reconoció las características ambientales en la totalidad del territorio del Distrito de Cartagena y lo elevó a la condición de Área de Manejo Especial, señalando la Bahía y el canal del Dique. Pese a las normas de protección de los recursos naturales hemos vivido en déficit entre el respeto a ellas y la protección debida. En momentos traumáticos los controles, el convenio y la fundación Mamonal fueron claves en lograr una producción más limpia. El canal del Dique es aún el tormento.
Aspecto clave de la evolución fue la zonificación contenida en el añejo pero vigente POT, que señaló las áreas de manglar del Distrito a proteger y recuperar así: Todo el borde de la Bahía de Barbacoas, desde Flamenquito, incluyendo el delta del canal del Dique y la costa sur de la Isla de Barú, donde, entre otra, está el agredido parque Distrital Cacique Dulio. La orilla norte de Barú especialmente alrededor de las ciénagas de la Isla de Barú: Cholón, Mohan, Portonaito y Vásquez. Los bordes de los territorios insulares de los Archipíelagos del Rosario y San Bernardo, especialmente Isla del Rosario.
El borde Este de la Bahía de Cartagena, incluyendo la costa norte de la Isla de Barú y las islas frente a Mamonal. El borde Este de la Isla de Tierra Bomba. Los bordes del sistema de caños internos conectados a la Bahía de Cartagena. Todo el borde de la Ciénaga de la Virgen. Algunos sectores entre los Morros, Arroyo Grande y Palmarito, especialmente alrededor de los cuerpos de agua, como la Ciénaga de las Ventas.
Aunque la mayoría son zonas de Preservación o Zonas de Recuperación con restricción de usos, la afectación ha sido grave y nos aplicamos o perdemos la batalla. Ante las talas e invasión del territorio de la Nación la administración pública ha sido deficiente, sin dientes.
Esa circunstancia y la extensión a cubrir para proteger los bienes de uso público (BUP) motivó la articulación de los entes competentes en el Ecobloque que asumió el reto de detener el cáncer depredador, enfrentando la costumbre delictual repetitiva. De allí la necesidad de elevar el control en los corregimientos y concertar con los consejos comunitarios. Parar en las notarías las escrituras de posesión, estudiar las existentes y validarlas en la Capitanía. Ojos, recursos y contundencia.
Los malos son pocos pero no duermen. Como sociedad nosotros tampoco mientras estén libres. Hay que apresar a los determinadores del multiestrato cambio del uso del suelo. Cuestionar la legalidad de las ventas en zonas de bajamar. Sancionar a los constructores que no controlen el destino de sus escombros. Sin vacuna la enfermedad se reproduce. Defender las zonas de manglar es una obligación ciudadana.