Han sido tantos los errores a la hora de elegir que ya es necesario hacer un alto para cambiar los preceptos electorales que desde siempre hemos tenido, es necesario un cambio que venga desde adentro, que cambie esos impulsos propios de las emociones y lo hagamos pensando en las razones.
Es común que los políticos, es decir, todo aquel que tenga aspiración a un puesto de elección ya sea popular o no, apele al sentimiento o a la emotividad del elector, otros menos estratégicos prefieren llegar a través de la razón, un camino poco exitoso pues a lo largo de nuestra historia local hemos visto y constatado que carecemos de inteligencia emocional a la hora de elegir, es por esto que se apela más a las emociones que a las razones e incluso a los hechos que deben ser los más importantes y los dejamos por fuera de cualquier contexto.
Sentir, pensar, votar son tres verbos que parecieran no caber dentro de una misma oración. Lo que motiva al votante son los sentimientos y las emociones más no las razones ni mucho menos la trayectoria del candidato,
Tal vez los estrategas electorales o consultores en comunicación política tienen todo que ver en esta tendencia o simplemente no tenemos capacidad para elegir bien.
Teniendo en cuenta lo volátiles que suelen ser las emociones obviamente no hay espacio ni terreno propicio para el análisis y el raciocinio que desemboquen en una buena elección y esto se debe en que sólo una minoría de electores se instruyen leen y se informan para hacer un buen análisis y tomar una decisión es por eso que hemos llevado nuevamente a un hombre sin capacidades políticas, administrativas, ni mentales a dirigir nuestra ciudad.
Llevamos 8 meses de payasadas populismo y desgobierno; vivimos hoy las consecuencias de la irracionalidad a la hora de sufragar. La obligatoriedad del voto debe darse con prontitud de manera que a los comicios no lleguen solo los interesados en hacerlo, es un sueño que parece imposible, pero ojalá algún día tengamos inteligencia emocional a la hora de votar.