El próximo martes 3 de noviembre se realizarán los comicios electorales generales en Estados Unidos, donde se elegirá al presidente y vicepresidente. Igualmente, como cada dos años, se renovarán los escaños de todos los representantes a la Cámara por los votantes del distrito que representan, al mismo tiempo en cada uno de los 50 estados se sustituye un tercio de los senadores que cumplen sus seis años del servicio establecido.
A diferencia de los representantes y senadores, elegidos por mayoría relativa (el candidato que recibe más votos gana), en las elecciones presidenciales se impone el candidato que obtenga la mayoría absoluta; es decir, la mitad más uno. De ahí que en el sistema electoral estadounidense, para obtener la presidencia, se requieren 270 votos de los 538 electores totales, ya que el voto ciudadano solo sirve para elegir a los electores del colegio electoral (es un proceso, no un lugar).
Por tanto, es una elección indirecta o comicios de segundo grado, en los que a cada estado se le asigna un número de votos electorales igual a los representantes y senadores que ese estado sume. Incluye al Distrito de Columbia, con 3 votos electorales, aunque no es un estado. Por consiguiente, el candidato presidencial que triunfa en el voto popular de un estado obtiene sus votos electorales. Para ejemplarizarlo, el ganador en Florida tendrá 29 votos, mientras que en Ohio solo obtendrá 6.
De lo anterior, surgen los llamados estados péndulo o bisagra (swing state), para referirse a los que no tienen una preferencia clara hacia un candidato en las encuestas. También se conocen como estados en disputa o estados púrpura, porque debido a la incertidumbre que producen, en últimas son los que inclinan la balanza hacia uno u otro candidato, dado que son lugares en los que cada voto cuenta y al ganarlos representan mucha ventaja. En las elecciones de 2016, seis estados bisagra que en 2012 votaron por Barak Obama, fueron la clave para que Donald Trump venciera a Hillary Clinton, pese a que ella lo superó en el voto popular con más de 2.8 millones de sufragios.
Para estas elecciones Biden aventaja a Trump, entre 7 y 10 puntos en las encuestas. Dichos guarismos corresponden a una realidad que le dio un vuelco completo a la contienda electoral: el coronavirus. Situación hábilmente explotada por la campaña demócrata de Joe Biden, ante las críticas que le han caído al gobierno republicano por el manejo errático de la pandemia.
No obstante, volviendo a los Estados bisagra, este año hay nueve que serán fundamentales para elegir al presidente 46 de Estados Unidos, si gana Biden: Arizona, Carolina del Norte, Florida, Georgia, Iowa, Michigan, Ohio, Pensilvania y Wisconsin. Aunado a todo esto, el electorado de mujeres mayoritario con el que, según las encuestas, no le está yendo bien a Trump, así como los jóvenes hasta los 29 años y los latinos, serán esenciales para definir al futuro inquilino de la Casa Blanca.
Independientemente del ganador, Estados Unidos perderá si no supera la prueba de fuego a la que está sometida su institucionalidad y solidez democrática, por la polarización política que ha causado divisiones, incluso en lo personal y familiar. Aun más, si las elecciones son impugnadas por el candidato derrotado y sometidas a la Corte Suprema, también pondrá en juego la legitimidad.