Por muchos años he tenido la oportunidad de atender centenares de personas en mi ejercicio profesional como psicoterapeuta, y es un factor recurrente en la mayoría de los casos, el querer evadir o eliminar el malestar que se siente cuando hay una situación de crisis, sin el proceso de entender que lo genera, para afrontarlo e incorporar aprendizajes que nos retornen al equilibrio real; sin embargo, es importante reconocer la importancia de la crisis, esta nos lleva al momento de preguntarnos… ¿Qué podemos hacer para transformar la realidad que vivimos? ¿Porqué me pasa lo mismo? ¿Cuándo van a cambiar las cosas?, cada interrogante que es respondido, nos trae a la consciencia del reconocimiento de quienes somos, y el origen de ese evento emocional que dio inicio al malestar, y al que como una bola de nieve lo dejamos rodar sin darle la debida atención y nos encara con el episodio critico que vivimos en el ahora, este evento que sería como el trauma nuclear en términos de Paloma Cabadas psicóloga, escritora e investigadora española, y que por lo general sucede en la infancia, (para que lo tengamos muy presente los que somos padres, educadores y que estamos en contacto con menores), se convierte en el eje conductor de las realidades que vivenciamos en la vida adulta.
Es aquí donde reside el poder sanador de las emociones, ellas vienen a mostrarnos lo que debemos sanar para vivir mejor, y la mayoría de las veces las personas quieren silenciarlas a cualquier precio, con la creencia de que el no sentir elimina cualquier malestar, pero en realidad el no sentir equivale a morir en vida.
Que pasaría, si nos permitiéramos sentir, y vivir la experiencia de la tristeza no como un castigo por la perdida en el caso del duelo cuando se ha ido un ser querido, que podríamos aprender de la experiencia del vacío, y el ser conscientes de la vida y cultivar nuestras relaciones afectivas aquí y ahora. Y si hablamos del duelo cuando se fractura una relación de pareja “la Tusa”, que tal si pudiéramos experienciar cada momento vivido como un regalo para dejar atrás lo que hizo que se dañara (los miedos, las inseguridades, los limites que no establecí o no respete, en fin). Esta sería una oportunidad maravillosa para soltar las creencias que nos anclaron en una forma de relacionarnos, en donde cultivamos la dependencia emocional, esta sustenta la violencia intrafamiliar, y muchas otras dificultades de las comúnmente llamadas relaciones toxicas, estas aplican para todos los ámbitos relacionales como los familiares, de pareja, padres e hijos, amigos, compañeros de trabajo o estudio, entre otros.
Qué pasaría si pudiéramos vivir el miedo o la tristeza que se esconde en las explosiones de ira, desde la aceptación de la emoción, sin la pelea interna del porque estoy sintiendo esto, o no me gusta lo que siento, y si simplemente dejamos pelear con nosotros mismos y con el mundo. ¿Si pudiéramos vivir la experiencia de convivir con el Covid-19 no como una amenaza aterradora… que sucedería? Ojo no es un llamado a dejar las medidas de bioseguridad, el llamado es a reconocer como estamos construyendo nuestra vivencia emocional frente a esta experiencia que como humanidad afrontamos.
Más allá de parecer un cuento de hadas, el poder transformar nuestras creencias y nuestras emociones, tienen el poder de sanar y cambiar la realidad de la vida de cualquier ser humano. El regalarnos una nueva manera de pensar, nos posibilita nuevas formas de sentir y hacer de la vida que vivimos una experiencia distinta, en donde el cambio interno se traduce en el cambio de mi realidad y la forma en que la percibo y me relaciono con los que están en mi mundo. Si yo cambio todo a mí alrededor cambia, pero si nos mantenemos silenciando la emoción, permaneceremos en el infierno o el paraíso que creamos en nuestra mente, atrévete a sentir y vivir el cambio de amarnos, de ser sanos y felices.