Cada vez que se acerca el fin de año es imposible no hablar del tiempo y su brevedad, sobre todo en esta circunstancia tan particular que atravesamos, pensamos en todo lo que ha dejado y también lo mucho que se ha llevado y es que al cerrar este 2020 es casi obligatorio analizar lo que hicimos, si este tiempo se perdió o si nos sirvió para algo, o simplemente nos mantuvo suspendidos como quien no quiere nada, como quien espera todo o simplemente como quien nada espera.
Meses de desesperación, de un innegable temor a lo desconocido, de vivir en la fe, que no es más que la certeza de lo que se espera y convicción de lo que no se ve, al mismo tiempo la desesperanza, la inminencia de la pobreza señalada en los letreros de SE ARRIENDA cada vez más seguidos en lo que hace un año eran negocios y comercio que podían o no ser prósperos pero que dinamizaban la economía, el dolor del hambre que se muestra descarada en cada semáforo y que se refleja en muchachos que se tira a limpiar un vidrio a cambio de una moneda.
Este año se llevó los aromas, las sonrisas y el calor del saludo, nos cambio todo eso por el fastidioso olor del alcohol antiséptico, la incomoda mascarilla que se quedó con las sonrisas de nuestros amigos y hasta con el madrazo silencioso de los que no son amigos.
Este distanciamiento que aun siendo necesario, nos deshumaniza y nos aísla, tenemos una cárcel virtual que es cada vez mas fría; es que son esas las armas que tenemos para derrotar ese enemigo invisible y mortal que nos ha arrebatado todo, a tantos seres queridos y conocidos, no sabe igual el café si desinfecta la taza con alcohol y el temor que se apodera de nosotros cuando vemos en las redes esa cinta negra que cada vez es más frecuente.
Lo peor es que el hambre y el hastío superaron en un momento el miedo al contagio y la indiferencia se volvió a apoderar de todo, no somos solidarios con la necesidad de nuestro prójimo, nuestras emociones siguen siendo tan efímeras como siempre.
La vida nos ha dado una gran lección y siento que no hemos aprendido nada. Seguimos siendo indiferentes, egoístas e indolentes. Esperemos que la navidad haga un milagro y nos haga empáticos, tolerantes y solidarios.