El pasado 31 de diciembre del año 2019, cuando estábamos reunidos con nuestras familias, disfrutando esos bellos momentos de estar juntos sin ningún tipo de restricciones, susurrando al oído entre abrazos y los mejores deseos de bendiciones, nadie se imaginaría lo que nos tocaría vivir en este año 2020 que será recordado por la pandemia que nos encerró, que nos separó y que se llevó la vida de tantas personas que conocíamos y amábamos. Hay personas que se sienten nostálgicas y deprimidas por los recuerdos del pasado y por las personas y situaciones que ya no están.
Muchas son las personas que esperan con ansia el final del 2020 que permanecerá por siempre en los libros de la historia por la pandemia del Coronavirus. No obstante, lo cierto es que sus consecuencias seguirán presentes con la llegada del 2021, el cual estará marcado por la esperanza de potenciar la recuperación social y económica, así como por la posible llegada de las primeras dosis de alguna vacuna que pueda contribuir a frenar su propagación.
Es decir, para empezar, lo más normal es que en 2021 se mantengan las fuertes medidas de seguridad promovidas por las diferentes autoridades sanitarias, las cuales se han ido modificando con el paso de los meses al contar ahora con mayores conocimientos sobre la enfermedad. Por lo tanto, todo parece indicar que tanto las mascarillas como los geles hidroalcohólicos seguirán siendo los fieles acompañantes de la ciudadanía, la cual tendrá que seguir manteniendo la distancia de seguridad interpersonal -1,5 metros- para minimizar todavía más las posibilidades de contagio.
La pandemia produjo cambios tectónicos en casi todos los órdenes de la vida: Cómo vivimos, dónde vivimos, dónde trabajamos, lo que hacemos para ganarnos la vida, lo que significa ser un niño, lo que representa la familia, lo que cuenta.
No perdamos la esperanza, al contrario renovemos nuestra esperanza. Para hacer comprender cómo vivir la esperanza, el Papa se refirió después a la enseñanza de Jesús en el pasaje del Evangelio de hoy (Lc 13, 18-21) cuando compara el Reino de Dios con el grano de mostaza arrojado al campo. «Esperemos que crezca», no vamos todos los días a ver cómo va, porque de lo contrario «nunca crecerá», señaló Francisco refiriéndose a la «paciencia» porque, como dice Pablo, «la esperanza tiene necesidad de paciencia». Es «la paciencia de saber que nosotros sembramos, pero es Dios quien hace crecer». «La esperanza es artesanal, pequeña» – prosiguió – «es sembrar un grano y dejar que la tierra la haga crecer».
Estas Palabras del Papa Francisco son sin dudas las que escojo como actitud que todos debemos asumir en el año 2021: “Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente. En esta barca, estamos todos. Como esos discípulos, que hablan con una única voz y con angustia dicen: «perecemos» (cf. v. 38), también nosotros descubrimos que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino sólo juntos. Nadie se salva solo”.
Rememos juntos mar adentro en el 2021, con la seguridad y fe de que Dios está al timón de la barca de nuestra existencia. En las situaciones más difíciles de nuestra vida y de la sociedad, mantengamos encendida la esperanza, volviendo nuestra mirada a la sencillez del pesebre en el cual nació Él que es nuestra verdadera esperanza.