La frase «Cuidado con el 2022» se ha vuelto caballo de batalla del expresidente Álvaro Uribe, quien – como dueño de las llaves del Centro Democrático y de la coalición que gobierna- empezó a preparar la sucesión de Iván Duque como presidente. La alerta no solo busca poner en posición de defensa al rebaño natural de la derecha ante la posibilidad de perder el poder, sino a ese trozo grande de país que teme ver instalada en la Casa de Nariño una alternativa de izquierda -«castrochavista» como la llaman- liderada por Gustavo Petro.
Sin embargo, antes del 2022 estará el 2021, y la verdad es que mucho de lo que se materialice políticamente en las próximas elecciones presidenciales se cocinará en los doce meses que están por comenzar. Será un año para saber quién rompe con quién y quién se casa con quién. Y quizás veremos algunos matrimonios lógicos y otros inesperados.
También el 2021 servirá para que algunos precandidatos enanos se den un baño de realismo político y dejen de soñar con votos que no existen ni existirán. Y veremos si algunos personajes que se presentaron con un vestido en el 2018 quieren lucir o no igual en el 2022.
Es tanto el dominio de Uribe en la derecha que ninguna de las alternativas de su propio partido y de su fiel aliado, el conservatismo, ha podido crecer en imagen ni dentro del gobierno ni fuera de el mismo. Ni la ultraderecha que no quiere a Duque ha podido posicionar una aspirante en el uribismo ni personajes del Ejecutivo como la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez y el ministro Carlos Holmes Trujillo pueden decir que podrían salir hoy de sus cargos con una imagen lo suficientemente fortalecida para aspirar a reemplazar a su actual jefe. Eso explica que parte del uribismo más fiel a Uribe haya lanzado el nombre de su hijo Tomás Uribe como la mejor carta para el 2022.
Si el Gobierno sigue sin encontrar la manera de salir de la crisis económica y fiscal sin el castigo de los impuestos y sus potenciales candidatos no despegan, en la próxima Navidad veremos a Uribe II en campaña, quizás con menos aliados que Duque, o al propio Uribe I -si se le alborota el pragmatismo político- tratando de cuajar alianzas con Germán Vargas Lleras y Char, y la U y el Conservatismo para no perder el poder, y buscando una fórmula presidencial que, así no tenga tanta imagen, pueda reunir suficientes votos antipetro. En ese escenario podría tener alguna ventaja un nombre como el de Luis Alberto Moreno, que le podría gustar hasta al propio Juan Manuel Santos.
Por el lado de la izquierda, el panorama es más claro debido a la fortaleza de Petro. Las alianzas con otras agrupaciones de esa ala política parecen cosa de trámite, con lo cual la tarea principal para él pasará a ser la de conquistar aliados de la centroizquierda más allá de personajes como Armando Benedetti. Esto, en paralelo con el coqueteo, a través del discurso, a la clase media, lo cual -según voces de las mismas huestes de la Colombia Humana- será esta vez uno de los pilares fundamentales de esa campaña. En las actuales circunstancias, no puede haber mejor elección que llegarle a esa franja de la población en serio riesgo con una propuesta de salvación con tintes populistas.
Petro sabe que toda medida dolorosa que tome el Gobierno irá a su favor y que la debilidad de una opción más moderada que él también le abrirá camino. Así que se dedicará a radicalizar su oposición a Duque y a fustigar a Sergio Fajardo, el tercer gran actor en el escenario político colombiano.
Fajardo es quien tiene un escenario más complejo, por su reticencia a hacer alianzas distintas a las que ha hecho en el pasado. Su idea es llegar libre de ataduras, pero tampoco tiene un movimiento político consistente detrás suyo. Depende mucho de su imagen y la duda grande hoy es si eso es suficiente para clasificar entre los dos primeros en la primera vuelta presidencial.
Con esos condicionamientos, el margen de maniobra para él es más complicado en medio de la polarización que plantean Uribe y Petro.
Fajardo podría hacer precisamente una alianza en torno a la defensa de la paz y contra la polarización, pero eso posiblemente no sería suficiente en un país que aún no supera los estragos de la pandemia y espera soluciones para su futuro inmediato. El reto del político paisa, en el año que está por comenzar, será encontrar la fórmula para romper la polarización y sumar suficientes votos para estar en la final de junio del 2022. Si lo logra solo con su imagen, ya no será matemático sino mago.
“Cuidado, llegó el 2021”. Feliz año para todos los lectores.