Como médicos, nos llegan pacientes con solicitudes especiales, en las que la medicina no es la solución, aunque la medicina –ojo al oxímoron conceptual- tiene la solución. Esta palabra descrestadora, oxímoron, es tan común en nuestra vida diaria que pasa inadvertida. Para los que pueden acudir a la medicina en nuestros consultorios o clínicas: “solución que insoluciona”.
En mi región se regó, como virus en guardería la noticia de que, sin ser mi especialidad la dermatología, retiro los tatuajes a los jóvenes que van a presentarse a las Fuerzas Armadas.
He desteñido tigres, puesto a volar palomas, operado corazones, cauterizado vírgenes, desenterrado rosas y esfumado dragones. Lo más difícil fue un joven con una águila arpía que se había posado en la mitad de su espalda. Cuando lo encuentro, siempre me habla de la respuesta que dio para entrar a la armada, cuando vieron la cicatriz: “Fue al pasar un alambrado de púas; estaba recogiendo ganado en una finca”
Todos jóvenes de familias con recursos escasos que consultan, acompañados por sus madres, tíos, hermanos o amigos, con una cara como si se tratara de la peor de las enfermedades.
– Doctor, por favor, ayude a mi hijo; es la única forma que pueda “entrar”.
Cuando veo tatuajes con nombres femeninos atravesados por una flecha, en una curiosidad algo maquiavélica, les pregunto: ¿qué pasó con Ana Milena y el amor para siempre?
-No, médico, es que usted sabe… uno joven enamorado y, lo peor doc, mi mamá me rogó que no me hiciera el tatuaje: pero ya ve, médico.
– Tranquilo, vamos a ver como te arranco a Ana Milena para que te acepten en la Policía; menos mal, la muestra de amor fue pequeña y da para retirarlo en un corte con forma de lagrima. No es broma, es una figura de incisión sobre la piel. – Pero, dime que pasó con élla.
-Doctor, pues nos dejamos; como al año me conseguí otra noviecita y ella ahora está casada con un amigo. Fue locura de juventud.
En una ocasión retiré una cruz esvástica. Le pregunté al joven si sabía el significado, hoy en día, de aquel símbolo. Me dijo no saber, que se lo hizo porque le pareció bonita.
-Mira, ese símbolo, con las puntas torcidas, la utilizaron los nazis y ellos a personas como tú, de baja estatura, piel oscura, pelo liso y ojos negros, los consideraban inferiores y los mataban.
-Doc, no sabía; por “fa”, quíteme esa cruz de encima.
Siempre me pareció una bobada, sobre todo en algunas de las Fuerzas Armadas, las cuales exigen no tener tatuajes para ingresar a la Institución, pero una vez pertenecientes a esos ejércitos se tatúan hasta las orejas.
Antes de escribir esta columna fui a investigar y además consulté a dos amigos abogados, uno de pensamiento conservador y el otro un intelectual de esos que tiraron piedras en la universidad. Ambos, sumado a lo que investigué, arriban a la misma conclusión: no tiene fundamento legal. Es un requisito porque siempre se ha pedido, por fuerza de la costumbre.
No quiero y, ya saben, no me gusta la erudición y las palabras técnicas cuando algo puede escribirse de una forma que el más encopetado lector, como él que hace poco aprendió a leer, entienda al instante.
No tener tatuajes es un requisito anticonstitucional, contrario al derecho al libre desarrollo de las personas, un obstáculo para el derecho al trabajo, o por lo menos, al derecho para aspirar a un cargo.
Es tan absurda dicha solicitud de no tener tatuajes en el cuerpo para poder aspirar a las fuerzas armadas y de Policía, que no merece la más mínima disertación sobre Derecho Natural o Derecho Positivo. Es injusto, en el Derecho Natural y es ilegal en el Derecho positivo.
El debate no es sobre si es legal impedir que personas tatuadas puedan entrar a las Fuerzas Armadas y a la Policía; la discusión es el por qué se sigue solicitando, por parte de los que deben conocer la Constitución y las leyes, este requisito a todas luces ilegal e injusto. Por momentos pienso que los necesitan sin marcas en el cuerpo para que, al entrar, se les pueda marcar el alma.
La verdad, ya me cansé de dar soluciones a los que me consultan, sin solucionar el problema de raíz, de fondo y para siempre.
Un joven que desea con todas su fuerzas ser Policía, prestó servicio con la idea de presentarse al curso. Sé de los sacrificios de la madre, que le pagó un curso de guardia con caninos; ese joven se esforzó tanto que, por momentos, la pobreza parecía no existir. Pasó exámenes de aptitud física y estudió como si fuera a resolver toda el álgebra de Baldor.
Llegó a mí, con la ilusión de quitarse un tatuaje; en éste caso, como que el amor fue amazónico y lo grabó con un dibujo que cubría todo el antebrazo izquierdo en forma de anaconda enroscada.
-Si la amabas tanto ¿por qué solo éste antebrazo?
-Doctor, porque el izquierdo es el brazo pegado al corazón.
Ustedes no imaginan la desilusión de ese joven, la de la madre era el triple. Mis técnicas no eran suficientes y la posibilidad de un tratamiento con láser en Bogotá para borrar ese caudaloso amor perdido, requiere, en lo mínimo, dos a tres millones de pesos. Espero que la amargura de ese joven no termine en odio y más trabajo para la Policía.
La solución de soluciones es pedirle al ministerio correspondiente, Paren ya con esa tatuada estupidez inconstitucional. Acaso los jefes nunca cometieron una locura juvenil.