Yo, no sé ustedes, desde niño había refranes con cierta sabiduría burlona y medio escondida, al analizarlos hoy. En la infancia, me limitaba a pronunciarlo al ver ese fenómeno climático; ahora, en mi consulta, atendiendo casos repetitivos, y creo debe tratarse de algún síndrome, que, no estoy seguro, tendrá nombre de mito griego, similar al complejo de Edipo o de literatura: Efecto Lolita
Los que recuerdan, cuando jugábamos: día soleado y, de pronto, llovía; sin asomo de temporal, nubes negras ausentes en el firmamento, gritábamos al cielo: “Sol con lluvia; un viejo se casa con una jovencita”. Estos contrastes climatológicos permitieron crear populares parangones con los acontecimientos humanos.
En mí adolescencia, cuando veía en la calle al sol y la lluvia caminar de la mano, sin mentir, me daba un titubeante asco. Ya en la juventud adulta, cambié de visión al escuchar la canción venezolana:.. “Caballo Viejo no puede perder la flor que le dan; en aquel entonces, era un sentimiento de permisiva caridad sexual”…. me decía.
Ahora que pasé el primer chico de las cincuenta carambolas en la vida, busco una explicación integral a este suceso desde la visión de la biología, la medicina, psicología y la cultura.
Desde el ángulo biológico, es impensable. El león dominante gana el privilegio de aparearse con las leonas, hasta que un joven león lo destrone; luego sólo tendrá el consuelo, en las tardes de la sabana africana, de los polvos que vienen del Sahara.
No vayamos muy lejos, nuestro gallo viejo del corral.¡Ay pobrecito! donde el gallo joven lo vea haciendo malabares sobre una de las gallinas, la tunda que recibe lo deja como gallina culeca. He tratado de buscar especies, aun en los invertebrados, donde los machos viejos gocen la libertad para aparearse con una “fémina” joven. Si algún lector lo descubre, avíseme.
A la luz de la evolución, habría dudosas ventajas evolutivas; supondríamos que, en la medida que los machos más viejos pudieran engendrar en hembras jóvenes, se mantendrían los genes de aquellos que pueden vencer, por más años, todas las dificultades del medio ambiente y, por tanto, prolongar las especies. Tambalea un poco esta hipótesis, puesto que el macho que domina, el más fuerte, casi por regla general está en la flor de sus fuerzas y garantiza esta máxima evolutiva: la sobrevivencia de las especies.
Han existido culturas donde los viejos son los que desfloran las mujeres, después de su primera menstruación. La cultura que conozco lo hace con el objetivo de que ningún hombre alardee de su fuerza y juventud al desflorar a una mujer. Los viejos no pueden jactarse de tales atributos; con ello, estas culturas buscan que las mujeres no sean “marcadas por ningún hombre” y están libres en la tribu de escoger su marido. Es lo más próximo que encuentro, en mi memoria, aunque lejos de lo que sucede en nuestros días y lo que me interesa escribir.
En las redes vemos fotos de mujeres jóvenes, al lado un hombre cabecipelado y abajo leyendas referentes al tamaño de su cartera.
Mi inquietud reinante es sobre el porqué de este hecho, aún a sabiendas, conscientes o inconscientes, que un amor real es tan difícil de encontrar para estos hombres; bueno, la verdad es que un amor verdadero es difícil de encontrar a cualquier edad; pero ustedes me entienden.
A mi consulta me llega el tipo, clásico, sesenta años, situación económica estable, casado, practicó deporte en sus años mozos; elegante, no fuma pero está con sobrepeso ligero y una hipertensión controlada y desea hacerse unos “chequeos médicos”, no me pregunten qué, pero hay algo en sus actitudes, en su forma de vestir, que me lleva a hurgar el motivo oculto del famoso “chequeo médico”.
- -Doctor, la verdad, lo que deseo saber es cómo debo, en el caso que la vaya a usar, claro, porque a mí, la verdad, no me hace falta, pero usted comprende tiene más de 50 como yo…
- -Deseas saber cómo utilizar medicamentos para la erección. ¿Es lo que quieres preguntar?
A partir de allí es como si se rompiera el muro de una represa. El paciente se suelta con una tranquilidad que le permite hablar sin tapujos. Y viene su justificación para tomar estos medicamentos. Relatan la existencia de una mujer joven, que lo quiere “por lo que es”, que no es de esas “jóvenes locas” que sólo piensan en el dinero, que es de “buena familia”….
- ¿Y, cómo está la relación con tu esposa?
Por increíble que les parezca, la mayoría, ama a su esposa, se sienten bien en sus relaciones sexuales; en su vida familiar e inclusive algunos logran vencer, de forma espectacular, la monotonía.
Ya que ésto es una columna y no un tratado científico, voy a intentar resumir. La mayoría no quiere, por motivo alguno perder a sus esposas, ni por la mujer más joven y hermosa del mundo.
Es la necesidad de piel nueva… dirán los simplistas. No, físicamente aprecian el cuerpo de sus esposas: “Doc, ella era linda de joven un cuerpecito bien formadito, pero ahora me vuelve loco con esas caderas enormes y esos gorditos bien puestos”.
No puedo encasillar a todos en una sola categoría; aquí no entran los desilusionados del matrimonio, ni los de los cuernos. La categoría que me llama la atención es la de estos que, a pesar de desear a sus esposas, buscan aventuras por fuera de casa. ¿Qué los impulsa a ello? No es la belleza juvenil, tampoco es el aburrimiento, menos el sexo loco…. Cuáles son los motivos reales. Lo he bautizado como “El retorno del cazador”.
Su interés no es el sabor de una aventura, ni el remplazo de su amada; es la lucha interna por responderle a un repique de su ego, o quién sabe si de sus hormonas, con la demostración de que aún puede conquistar, que no están obsoletos. El A Titono le otorgaron los Dioses la inmortalidad, pero se les olvidó el envejecer, lo explica de alguna manera.



