Quiero compartir contigo una reflexión acerca de la posición de la víctima, sé que existen situaciones límites como cuando se es víctima de la violencia, de un abuso, de un accidente, en fin. Veamos que dice la Real Academia Española sobre el termino víctima: “Persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita”. Curiosamente para hacerse la víctima, la RAE también tiene una definición: “Quejarse excesivamente buscando la compasión de los demás”.
En estas dos definiciones podemos descubrir dos lugares, uno donde la definición de víctima tiene un “culpable” ajeno a la persona y que implica factores externos; mientras que en el otro, la definición usa la queja y la intención de llamar de alguna manera la atención de los demás, marcando una gran diferencia entre una víctima y hacerse la víctima.
Si nos quedamos únicamente en el análisis de la expresión hacerse la víctima, la sensación que nos puede producir es la intencionalidad de la persona que “se hace la víctima”. Esto puede conllevar un rechazo de esta persona o de nosotros mismos cuando detectamos que tenemos un comportamiento victimista.
Quiero que tengamos claro algo, esto no sucede de manera consciente, y de los grandes errores que cometemos al identificar a una persona con actitudes de queja constante, pasiva o victimista es la idea de que su comportamiento es una elección, es decir, que lo hace porque le gusta o quiere. Esto no es así, los comportamientos o roles que desempeñamos en nuestra vida son consecuencia de la historia personal que se genera por nuestras experiencias, educación, cultura, disposición, conocimiento propio y muchos otros factores, por lo tanto, no es una “elección”.
Esto nos deja claridad sobre el hecho de que no es que nos guste hacernos la víctima, sino que es la forma en la que hemos aprendido a comportarnos, y los elementos que hemos incorporado en nuestra experiencia para dar respuesta al contexto y las pautas de relación que han sido trasmitidas en nuestra familia.
Sería muy importante que pudieras leer el texto con una postura autocritica, en la que puedas confrontar la posición real que ocupas en tus relaciones, entiendo que es más fácil mirar la paja en el ojo ajeno, que mirarnos al espejo y descubrirnos.
- Cuando las personas actuamos con actitud victimista es por los siguientes motivos:
Se tiene una sensación de indefensión, por esto hay que tener en cuenta que cuando adquirimos un comportamiento desde una perspectiva de víctima, es porque de algún modo nos sentimos así, es decir, nos sentimos indefensos, vulnerables o sobrepasados por la situación o personas que nos rodean que detonan en nosotros la sensación de vulnerabilidad e indefensión.
Un factor que nos puede colocar en la posición de víctimas es la dificultad para asumir que algo nos supera y en muchas ocasiones no tenemos las herramientas emocionales necesarias para permitirnos sentir nuestro miedo o dolor, y poder identificar lo que origina la conexión con esa emoción.
Un tercer factor importante y frecuente es la presión social, y aunque la excelencia es un valor importante para marcar la diferencia, el estándar que impone la sociedad occidental en donde nos educan con la creencia de la fortaleza, creer que podemos conseguir todo lo que nos propongamos y la idea del esfuerzo constante, sin permitirnos el ser humanos y aceptar que necesitamos un respiro para avanzar, puede simplemente volvernos esclavos del que dirán y terminar siendo víctimas de ello.
Lo otro es la falta de educación emocional, desafortunadamente no nos enseñan a convivir con las emociones que nos provocan desagrado o nos crean ansiedad, esto hace que creemos modelos de evitación ante situaciones que no sabemos afrontar y el terror que nos provoca “fracasar”.
Cuando entendemos que esa emoción viene a mostrarnos lo que debemos sanar en nuestro mundo interno, adquirimos un conocimiento y respeto hacia estas y cómo las mismas actúan y aportan frente a las circunstancias que nos rodean, pensemos en el caso del “fracaso”, si estamos conectados con esa educación emocional, esta situación que vivimos simplemente sería una experiencia de aprendizaje, adquiriendo conocimiento del entorno y nuestras limitaciones, permitiendo que podamos volver a intentar lo que nos habíamos propuesto, teniendo como referente las lecciones aprendidas que nos llevaría a tomar mejores decisiones.
Si por el contrario vivimos la situación de pérdida o fracaso desde la Inseguridad, y la poca conexión con nuestras emociones, un “fracaso” no tendría cabida, ya que habría que asumir que “no hemos podido”, esto para una persona con un bajo conocimiento emocional o que tiende hacerse la víctima, sería insostenible y optaría por culpar a alguien, eludiendo la responsabilidad de sus limitaciones atribuyéndoselas a otro que ha sido el o la responsable de lo que sucede.
Así que un aspecto clave es poder reconocernos como dueños de nuestra experiencia de vida, con la posibilidad de transformarla si hay cosas en ella que nos ha generado dolor y sufrimiento, recordemos que todos tenemos el poder de transformarnos y esto no sucede con fórmulas mágicas, sino con un trabajo continuo de desconstrucción de nuestras creencias limitantes y la construcción de nuevas creencias que nos permitan vivir la vida desde el verdadero empoderamiento que surge, cuando te sientes dueño de tu experiencia.
Definitivamente esto nos permite asumir todo lo que vivimos desde el bienestar emocional y la aceptación de quienes somos con un amor propio que nos permita relacionarnos de manera saludable con nosotros y con los otros.
Decirle adiós a la víctima que pudimos en algún momento de crisis experimentar, es precisamente nuestro poder para hacer de la historia que escribimos día a día algo inolvidable. Así que algunas despedidas como esta son buenas y nos llevan a reconocer verdades que nos liberan…” Y conoceréis la verdad, y la verdad nos hará libres”. Juan 8:32.
* Sigamos construyendo juntos bienestar emocional.