Todos los días nos enfrentamos a distintos escenarios en los que tenemos que poner de manifiesto nuestro carácter. Vivir es una gracia, dice la palabra. ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? Marcos 8:36-37. No se trata de acumular vienes o riquezas materiales, consiste en ver lo más nobles regalos que Dios nos presenta, la familia, los amigos, entre otros.
Es dar gracias al señor por su benevolencia de fijarse en nosotros y amarnos primero, la gracia consiste en reconocer precisamente eso, que Dios no amó, nos ama y nos amará siempre, de forma incondicional, incluso aún sin merecerlo.
La vida es pura gracia, un regalo que debe cuidarse, y preservarse de todo aquello que la contamine o la denigre, el objetivo siempre debe ser propender por la vida, la vida en todas sus etapas y sus expresiones, la vida humana desde la gestación, no podemos dejarnos llevar por corrientes ideológicas que superponen derechos sobre derechos de los vulnerables e indefensos, vivir es una gracia recuerden.
Por otro lado, el medio ambiente y su importancia para nuestra supervivencia debe ser otro frente de análisis, es inverosímil amar la vida y no cuidar el medio ambiente, nuestra casa común nos aporta demasiado, ¿Qué hacemos nosotros por ella?
El hecho de vivir nos propone una misión, dice la palabra en Jeremías 1.5, «Antes de formarte en el vientre de tu madre te conocí; y antes que nacieras, te santifique». Descubre tu misión en la vida, y ponte en marcha, a por tus sueños, anhelos y propósitos. No te dejes desmoronar por las críticas, por las opiniones de otros o por la falta de oportunidades. El día que descubras tú potencial serás imparable. Amate, ama vivir.
Por supuesto no podemos dejar a un lado el hecho de que la vida también es un desafío. En todo momento hay que sobrepasar obstáculos, momentos no tan agradables y retos con altas exigencias. Y es ahí cuando la vida, refleja más su gracia, es ahí cuando verdaderamente descubrimos nuestra misión.
Hoy por hoy, ante una cultura de la muerte, del descarte, de la indiferencia. Estamos llamados a defender nuestros valores, a vivir para que otros vivan, a luchar por la dignidad de los que sufren las desavenencias de la realidad social, también para luchar por esos que no han nacido, y que se ven sujetos a la cultura que hoy impera.
Decídete a vivir, en acción, no límites tu misión, entrégate por completo a ella. Recuerda siempre que tienes un Dios en lo alto que te respalda, que camina contigo, que pelea tus batallas, que insiste en amarte sin condiciones.



