La misericordia y el perdón hacen parte de las entrañas espirituales de la Iglesia Católica. No se puede entender la Iglesia sin misericordia. La esencia de Dios reside también en esta actitud esencial: Dios es amor y nos ama misericordiosamente.
Esta también es una exigencia para todo creyente. Jesús indica que una de las característica del seguidor de Cristo es la Misericordia y, además, es causa de felicidad: “Bienaventurados los misericordiosos por alcanzarán misericordia” (Mateo 5, 7).
Cuando los discípulos piden a Jesús que les enseñe a rezar, este les propone el Padre Nuestro. En esta hermosa oración, una de las peticiones dice, “Perdona nuestras ofensas como también perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6, 12).
La condición y la eficacia del perdón está en la capacidad de perdonar: “Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6, 36). Sin dudas que la misericordia es el modus operandi de nuestra Iglesia y que caracteriza la esencia de Dios y del creyente.
La misericordia Institucional también es fundamental. El Papa San Juan Pablo II, el Papa emérito Benedicto XVI y el actual Sumo Pontífice Francisco, se han multiplicado en acciones Institucionales de misericordia y pedidos de perdón por los errores, pecados y abusos cometidos por miembros de la Iglesia en recién acontecimientos y otros históricos.
El reciente viaje penitencial del Papa Francisco a Canadá es el ejemplo de la actitud humilde y penitente de la Iglesia que además de reconocer su pecado, asume su penitencia y responsabilidad. La Iglesia, en su historia recién, se ha encontrado con víctimas, ha pedido más que una vez perdón, se ha humillado y avergonzado ante las atrocidades cometidas por la Iglesia a lo largo de los siglos, y cuando pidió perdón lo hizo con sinceridad, honestidad y de corazón.
A la Iglesia se exige el pedido de perdón y asunción de sus responsabilidades. Lo mismo no sucede en sentido contrario. Mi comentario no pretende justificar ninguno de los errores y abusos cometidos por la Iglesia. Pero hasta el día de hoy nunca he visto el Estado Español pedir perdón por miles de sacerdotes, seminaristas, religiosos y otros miembros de la Iglesia martirizados en la guerra civil española.
Nunca vi el Estado Italiano pedir perdón a la Iglesia Católica por los miles de mártires asesinados en el Coliseo Romano. Nunca vi al Estado Alemán pedir perdón por los miembros de la Iglesia martirizados en los campos de concentración nazi. Nunca vi colectividades de Indígenas pedir perdón a la Iglesia Católica por el martirio de los Jesuitas. Jamás vi un pedido de disculpas a la Iglesia Católica de Estados y Colectividades de Asia, África o América Latina por los miles y miles de miembros de la Iglesia asesinados, torturados o perseguidos.
Soy consciente que la misericordia es gratuita sin esperar nada a cambio. Pero no deja de ser curiosa la presión que hay sobre la Iglesia Católica para pedir perdón institucional por sus pecados y que asuma sus responsabilidades morales y económicas, en cuanto que los demás no sienten esa obligatoriedad ni asumen la responsabilidad de las víctimas de la Iglesia católica perseguidos, torturados y martirizados a los largo de la Historia pasada y recién. Por eso me he preguntado: ¿y para cuando el pedido de perdón a la Iglesia Católica y el reconocimiento de las responsabilidades de los Estados y colectividades por sus atrocidades hacia miembros de la Iglesia?