El encuentro entre Gaviria y Uribe marca un antes y un después en la política colombiana. La oposición busca unidad para frenar el proyecto continuista del petrismo y defender la democracia en 2026.
El acercamiento entre los expresidentes marca un punto de inflexión en la contienda rumbo a 2026. La oposición busca unidad para enfrentar el proyecto político del petrismo y preservar las instituciones democráticas.
El encuentro entre los expresidentes César Gaviria y Álvaro Uribe representa el instante crucial de esta campaña. Distanciados desde el gobierno de Uribe —cuando Gaviria lideró la oposición— la reunión redefine el rumbo electoral y político del país.
Las elecciones del próximo año no serán unas contiendas normales donde solo se elige un gobernante y se fijan prioridades programáticas. En 2026 está en juego la democracia misma. Si triunfa el candidato del presidente Gustavo Petro, la izquierda extrema consolidaría su permanencia en el poder. Petro, en quien late un perfil autoritario, ha explorado vías para prolongar su dominio. No ha tenido éxito, pero su intención persiste.
Las instituciones colombianas han demostrado ser mucho más fuertes de lo que muchos creían. Las Cortes, pese a los constantes ataques del presidente y de sectores radicales, han defendido la Constitución y frenado decisiones contrarias al orden jurídico. Eso que Petro califica como “golpe blando” no es más que la aplicación de la ley. El Congreso, pese a presiones desde la Casa de Nariño, también ha actuado con independencia y ha detenido proyectos considerados perjudiciales.
Pero cuatro años más de presión institucional podrían fracturar esa resistencia. Petro y su círculo representan una izquierda que busca perpetuarse en el poder, debilitando desde adentro el sistema democrático. Una reelección pondría en grave riesgo a la Corte Constitucional y, con ella, a la democracia colombiana.
Estas elecciones se desarrollarán bajo el temor armado. El fantasma del asesinato del precandidato Miguel Uribe pesa sobre toda la oposición, mientras los grupos armados —fortalecidos por decisiones gubernamentales— expanden su control territorial. A esto se suma el flujo masivo de recursos ilícitos del narcotráfico y la minería ilegal, sectores con afinidad probada hacia el proyecto de Petro.
Ante un escenario sumamente adverso, la oposición debe triunfar. La unidad democrática es indispensable. Por eso el encuentro entre Gaviria y Uribe es trascendental: unificaría las consultas interpartidistas que se adelantaban en paralelo, sumando a liberales, conservadores, sectores del Centro Democrático, figuras independientes y posiblemente Cambio Radical.
Aunque hay resistencias —en especial frente a algunos nombres— la coalición tendría un potencial electoral enorme. La inclusión eventual de Sergio Fajardo aún es incierta; su postura distante y la estrategia de Santos podrían alejarlo de este bloque.
De concretarse esta alianza, sería prácticamente imparable y garantizaría la defensa del orden democrático más allá de 2026. Solo queda aplaudir la iniciativa y esperar que se consolide plenamente.



