Haré un abordaje de la prostitución según el libro del psicoanalista, Juan Carlos Volnovich, desde el punto de vista de la psicología del cliente: esos “tipos como cualquier otro” que, más allá de las diversas razones que pueden mencionar, expresarían “el reforzamiento de los valores más tradicionales del patriarcado”.
En los últimos años la “prostitución” está siendo objeto de apasionados debates que tienen su eje en las cuestiones legales –la intervención del Estado en su reglamentación, prohibición o abolición–, los conceptos morales y éticos que están en juego, y los determinantes sociales que la fundan.
La idea es abordar el tema desde el punto de vista del “cliente”, fundamentada como antes dije, del libro del Psicoanalista Juan Carlos Volnovich, Pretendo acercarme al problema desde la psicología del usuario: aquel que consume prostitución.
Lo hago a sabiendas que no existe una clasificación de criterios idóneos que incluya a todos estos clientes; persigo un perfil particular, un tipo de personalidad en la que pudieran agruparse. Mis referentes serán esos seres anónimos, comunes, invisibles.
Porque, si algo tienen en común los varones heterosexuales que consumen prostitución, es justamente eso: son invisibles. Casi todos los trabajos de divulgación o académicos que se encargan del tema coinciden en ocultar y silenciar el lugar de los clientes.
De modo tal que, casi siempre, referirse a la “prostitución” supone aludir a las prostitutas pero no a los clientes, Sin embargo, el cliente, el más guardado y protegido, el más invisibilizado de esta historia, es el protagonista principal y el mayor prostituyente.
Ahora bien, voy a centrarme en los interrogantes que muchas personas me hacen como profesional de la psicología, (hombres y mujeres, más los hombres). Preguntas que se hacen a medias, con cierta timidez, o más aún con innegable vergüenza, aún en estos tiempos, en pleno siglo XXI, se evita tocar estos temas, que son estigmatizados por la sociedad como inmorales y aberrantes, pero es necesario que todos tengamos la libertad de expresarnos y comunicarnos en diferentes temas que generan dudas en la mayoría de nosotros, sin perder nuestra naturaleza y principios.
El interrogante significativo aquí es: ¿cuáles son las condiciones sociales y las determinaciones subjetivas que empujan a los varones a incorporarse al universo de clientes? O mejor en términos coloquiales y para que mejor nos vayamos poniendo cómodos, y ser más directos: ¿por qué los hombres buscan a las prostitutas?
Pues les diré algo, los clientes son tipos de cualquier profesión, psicólogos, médicos, periodistas, abogados, políticos actores etc., casados, solteros, jóvenes, viejos, ancianos, en definitiva todo varón que ha dejado de ser niño es un potencial cliente, no tiene que haber un hombre en particular que no tenga la posibilidad de convertirse en consumidor.
A partir de encuestas y sin ánimo de tipificarlos, es posible agrupar las lógicas argumentales a las que recurren los entrevistados para fundamentar su afición a la prostitución.
- Uno de los resultados más notables del análisis de las entrevistas es que la mayoría de los varones que consumen prostitución no pertenecen a edades avanzadas, ni son jóvenes acuciados por la erupción hormonal típica del ciclo vital, sino que tienen entre 35 y 50 años y son casados o viven en pareja. De entre ellos, el 55 por ciento tenía uno o más hijos.
- Una de ellas es la abstinencia sexual y la soledad afectiva. La mayoría de los clientes habituales y ocasionales explican su debilidad por las prostitutas en función de su timidez, del temor a las mujeres o por otras inhibiciones.
- Del desempeño en las entrevistas surge que la falta de confianza en sí mismos, la baja autoestima, heridas narcisistas provenientes de desengaños amorosos, yacen debajo de la explicación que los empuja a los contactos fáciles que la prostitución ofrece.
- Así, la abstinencia sexual y la soledad afectiva se constituyen en la primera causa aducida para devenir cliente –el 75 por ciento de los casos–: esto resulta ser la principal estrategia de justificación, desde que instala a los clientes en el lugar de víctimas de sus propias insuficiencias, aspiran a la comprensión y pretenden otorgarle un sentido aceptable al consumo sexual pago.
- La segunda causa a que apelan los entrevistados es la desconfianza, el temor y el odio que les inspiran las mujeres. En este grupo se encuentran los varones que fundan su retraimiento en experiencias conyugales desastrosas, divorcios controvertidos que vinieron a confirmar lo que siempre sospecharon: que las mujeres son –todas ellas– interesadas, despiadadas, egoístas, complicadas e intrigantes. Es interesante observar que en este nivel se agrupan los varones que culpan a la sociedad por el protagonismo y el poder que las mujeres están logrando. Son varones que responsabilizan al feminismo contemporáneo por la pérdida de los valores tradicionales, al tiempo que añoran las épocas en que los hombres dominaban y ellas se sometían delicada y dulcemente a sus deseos.
- La tercera categoría incluye a los consumidores de mercancías, esos varones que son empujados a la prostitución, según dicen, porque sus mujeres los someten a una vida sexual insatisfactoria. Para ellos, un abismo separa a la compañera afectuosa y cariñosa, que han elegido como novia o madre de sus hijos, del personal mercenario que contratan para satisfacer sus necesidades.
- Una cuarta categoría incluye a los que explican el consumo de prostitución por cumplir el imperativo de una sexualidad que eluda cualquier tipo de responsabilidad que pueda devenir de un vínculo estable con el “sexo opuesto”. Pagan para ahorrarse los problemas que toda relación afectiva supone y pagan para confirmar que sus socias no desean otra cosa más que su dinero. El 43 por ciento de los encuestados adhirió a esta postura por considerarla una excelente elección para varones casados, que, aun teniendo conflictos conyugales, no estaban dispuestos a correr el riesgo de una ruptura matrimonial.
Ya tenemos algunas respuestas a los interrogantes y dudas de muchos hombres que no comprenden cual es el motivo que los lleva a recurrir a los servicios de las prostitutas, aun sabiendo que “aman” a sus esposas, o si es soltero, que los lleva a tener esta clase de hábitos, en lugar de conseguir una pareja estable.
Al leer sus respuestas parecería ser que responden precisamente a lo que Freud afirma en “Sobre una degradación general de la vida erótica” (1912): la sensualidad de un varón ligada en el inconsciente a objetos incestuosos o, mejor dicho, inscripta en términos de fantasías incestuosas inconscientes, tiende a expresarse como impotencia sexual y/o como afición a las prostitutas, práctica que garantiza un vínculo sensual donde nada de lo cariñoso esté presente.
Estos varones sólo pueden ligarse sexualmente con mujeres que ni por lejos evoquen los objetos incestuosos prohibidos, ya que su vida erótica permanece disociada en dos direcciones: una encarnada en el amor “puro”, la ternura, el cariño desinteresado que está más allá del sexo y del dinero; la otra, encarnada en la atracción terrenal, el deseo animal, la pasión carente de afecto. Si aman a una mujer, no la desean. Y, si la desean, no pueden amarla. En las prostitutas encuentran mujeres que no necesitan amar para poder desear. A diferencia de los varones del grupo anterior –los que culpan a la sociedad y responsabilizan al feminismo por empujarlos al consumo de prostitución, éstos son varones esencialistas. Están convencidos que las urgencias del deseo, que los llevan a tratarlas como objetos descartables, están dictadas por su naturaleza masculina.
Espero que este no sea su caso, pero quiero preguntarle a usted: ¿En cuál categoría se identifica? si la respuesta es, en ninguna, vale, su esposa se ganó la lotería.
Este tema es demasiado extenso y muy poco debatido por personas del “común” por su contenido liberal para ciertas personas “moralistas”, pero aún hay más categorías que se pueden identificar, que incluyen a los adictos al sexo, los cuales seguiremos profundizando en otros artículos relacionados.