Increíble. Los abogados trabajan incansablemente para buscar satisfacción plena de los derechos civiles, humanos y fundamentales de todas las personas, enfrentados profesionalmente contra las distintas instituciones del Estado, pero a la hora del té, ¿Quién defiende a los abogados litigantes en esta pandemia de la Covid-19?
Juzgados y Tribunales cerrados, términos judiciales suspendidos hasta nueva orden por parte del Consejo Superior de la Judicatura y entonces los honorarios litigiosos quedan volando, no hay otra, le toca al togado aguantar física hambre, echado a su suerte, pero como es abogado importa un pito, supuestamente en el sentir popular, es que se disfruta con el bolsillo lleno, abundante flujo de capital producto de los negocios buenos o turbios, según sea el caso, cruelmente, que chupen.
Complicado, la situación se torna injusta y de completo abandono hacia el abogado que se rompe la vida en el asfalto litigando, creciendo también su angustia por saber que plata no va haber producto del ejercicio profesional, a parte del ya consabido escenario con respecto de los clientes que desean pagarles a sus abogados contratados lo que les plazca y cuando ellos dispongan, el jurista para asegurar el caso, hace su máximo esfuerzo por recibir el poder especial, a sabiendas de las precarias condiciones contractuales asumidas, para después ser señalado, de que los “abogados son lo peor, que son unos vividores”, o en el peor de los casos, tildados con la palabra de moda, son unos “atenidos”.
Nadie sabe lo que hace un abogado independiente para sobrevivir en un mundo de hienas y de pocas oportunidades laborales, a pesar de ser una ciencia que debe estar en cada proceso o actividad social para evitar errores desde los más insignificantes hasta los garrafales cometidos por cualquier persona, de cualquier estrato.
Es que los abogados, no tienen derecho siquiera a cobrar por sus consultas, respaldadas por una ley de la República, de hacerse, se forma la de Troya, el perjuicio es peor, surge de inmediato el cuchillo para su garganta, porque el cliente perverso prefiere coger para donde otro abogado, el de la oficina de al lado si es preciso, para aplicársela, así sea que le toque pagar el doble de lo propuesto por el primer colega, que cosa tan berraca y así sucesivamente, surgen los inconvenientes, cerrándole las puertas, perdiendo la posibilidad de llevar el sustento diario a su familia ¿Quién lo ayuda? Nadie, que se joda, perdónenme la expresión. Es la cruda realidad del abogado litigante connacional.
Es cierto, hay abogados corruptos, expertos en desvirtuar la comisión de delitos, permitiéndoles salir exitosos en sus procesos. La persona por muy delincuente que sea, tiene derecho a ser defendido, en eso consiste el litigio legítimo. El reproche moral radica es en la forma de la defensa, ejemplo: Si el cliente asesinó a alguien, lo ideal, sería no salvarlo de la cárcel, sino, de lograr acuerdos con la fiscalía, aceptado por el juez, para que ese acusado pague menos años privado de su libertad, pero sabemos que es una discusión espinosa.
En definitiva, elevamos voz de protesta por el olvido del gobierno nacional hacia los abogados litigantes. Alivios YA para estos profesionales. Equilibrio justiciero.