Devuelvo las miradas y las caricias, las noches de baile y las escapadas. Les Regreso las risas y uno que otro llanto que jamás quise, pero que son necesarios para darle brillo al alma. Les doy mi primer beso, las perfumadas con mil y una colonia antes de ir a misa sin pensar en Dios e imaginando a María, la de la esquina.
Mi primer pecado y mi entrada al paraíso, la pérdida de la inocencia y la grandeza de una piel morena. Les regalo las angustias de mi madre y sus calditos de pescado para revivir mis fuerzas vencidas en los fines de semana; eso sí, con una sartalada de cantaleta para que las respetara, tal vez por esa bendita “retagilia”me duele cuando alguien las golpea y, mis amigos, aunque me dicen: Juan, en trifulca de marido y mujer no se debe meter , compro la pelea.
Acepten mis chiquilladas y mis intentos de galán de vereda, rían de mis torpezas de mal amante y de mis bobadas, de mis celos y de mi timidez que no me permitió conocerlas.
Acojan mis intentos de bolerista y una mala copia de Contigo en la distancia. Y, no sé burlen de mis lecturas de adolescente, en aquellos libritos que se vendían abiertos por la mitad y colgados sobre una cabuya: “Aprenda a besar”, “los secretos de las caricias”, y “Cómo conquistarlas”. Por ustedes no se me quita la costumbre de pretender solucionar todo leyendo algún libro sobre el tema; y, Funciona, menos con ustedes.
Les reembolso todos los frenos que me aplicaron en los bailes, las bajaditas de mano y los frotecitos de mejillas a escondidas de algún interesado. Les dejo mi eterna vergüenza cuando me dejaron plantado, después de cruzar toda la pista: ¿señorita bailamos?, no gracias, estoy cansada. Cuenten con cada paso de regreso hasta llegar a la burla de los amigos, con cada risa, con las chacoteadas, gracias a Dios a ninguno de nosotros se le ocurrió morirse por ese “Bullying”, pues nos anestesiaba para soportar la próxima: ¿Bailamos?
Les entrego los pasos de salsa, cuando bailar era un diálogo mudo de coquetería, un sufrir elegante de ganas escondidas y para conquistarlas había que sudar la gota fría. Creo que a mi hijo le tocará tiempos más fáciles. No necesita nada de eso, sólo saltar con una botellita en la mano. Pero, como futuro, que sea parte de lo que entrego.
Por la otra María, la millonaria en arrugas, quien me enseñó que había misterio, lo que otros llaman brujería, por ella les ofrezco hoy mi puzanga y las noches de luna llena, cuando pisaba ranitas con el pie izquierdo, para secarlas al sol y luego volverlas polvitos con perfume en frascos de mertiolate, que resucitaban en mágicas feromonas para conquistarlas.
Por esa María aprendí que enseñar es otra de sus formas de amar, en nombre de esa eterna abuela, reciban mi ofrenda sin flores ya que son una mala semejanza de ustedes y, ojalá pudiera escribir algo que abrigara todas las miradas, los gustos y todas las ideas, pero solo puedo entregarles lo que he vivido y lo que vivo.
Por la existencia, por la vida, doy gracias a Dios, o a la evolución o a los dos por no ocurrírseles hacernos hermafroditas.



