El carisma de los candidatos para con la ciudadanía crece de manera natural a medida que se acerca el 2022, aunque las alianzas, como de costumbre, son tan frágiles como las promesas.
En la lucha por el congreso y las presidenciales, comienzan a formarse todo tipo de conglomerados. Algunas bajo el amparo de un sólo hombre, como la de Petro y Uribe. Otras le apuestan al concepto de la experiencia, como la del combo de los alcaldes Peñalosa y Federico Gutiérrez, y la de los gobernadores, que fusiona experiencia administrativa con el ingrediente ‘regional’ para conquistar votos, conformada por la ex gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro y Alejandro Char, quien antes estaba en el combo de los alcaldes.
La estrategia de los gobernadores es un desafío a la concentración del poder en los círculos cachacos, que a menudo usa a los líderes regionales como subcomandantes de sus campañas en las provincias, pero luego restarle poder en Bogotá e incluso en sus territorios de origen, al aumentar la centralización del Estado. La propuesta liderada por Char pinta bien a nivel electoral pero no promete una disrupción en como funciona el poder y la política en Colombia.
Los candidatos, aunque con vocación técnica, están empapados del aceite viejo de las maquinarias, que ha permitido la captura de la contratación pública por parte de empresas amigas y, más peligroso aún, les ha dado un lugar privilegiado a los grandes empresarios, cuya voz en la toma de decisiones no está a la par sino muy por encima del ciudadano, lo que vamos a pagar, literalmente, en la reforma tributaria que se viene.
Además de la captura del Estado por parte de las élites económicas, preocupa la captura de las instituciones por parte de algunos personajes y grupos particulares.
El presidente Duque se ha hecho con las ÍAS, poniendo a sus aliados en las instituciones que controlan el poder, quienes a falta de experiencia, son disciplinados en mantener a sus jefes contentos, con unas acciones que suenan a persecución, como la recién abierta investigación contra Sergio Fajardo la cual carece de sustento legal.
Es lamentable para nuestra democracia cuando la justicia se sesga y el poder se concentra en unos pocos. Por eso hay que estar atentos a proyectos como el liderado por representantes del Partido Liberal, que buscaba permitir coaliciones entre partidos grandes, lo que aplastaría a las minorías políticas. Por suerte, ese debate ya quedó archivado como probablemente quedará archivada la investigación contra Fajardo.
La coalición de la Esperanza, que le apuesta a ganar el voto de aquellos que no quieren ni a Petro ni a Uribe, está conformada por Fajardo, De la Calle, Galán, Cristo y los dos Robledo, que salieron de la coalición Petrista criticando cosas diferentes. Jorge Robledo se fue según él por insultos de seguidores petristas, que ciertamente no faltaron.
Entre tantas coaliciones, hay una que recientemente ganó atención mediática por el apoyo de Ángela María, Robledo, que sigue en la coalición de la Esperanza pero que carga el estandarte feminista desde que se fue de la Colombia Humana alegando que no había espacio para ella en la hegemonía patriarcal del partido de Petro.
Se trata de «Estamos Listas», un movimiento feminista que busca ganar terreno en la política a través de una candidatura presidencial y una lista al Congreso conformada por una mayoría de mujeres. El movimiento nacido en Medellín, que ganó una curul en el concejo de la capital paisa, critica la forma de hacer política en Colombia que privilegia a los hombres.
Las cifras les dan la razón, pues como dije en mi columna #Opinión | Criados para ser machos 81 de 106 senadores son hombres, y sólo el 15% de concejales son mujeres. Como es natural cuando el privilegio se ataca, las criticas lloverán contra movimientos disruptivos como este. Pero si algo falta en este revoltijo electoral, son ideas refrescantes.
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