Comienzo este escrito con un interrogante ¿Tendremos los montemarianos suficiente voluntad, decisión, fuerza y coraje como para recomponer nuestra cruda realidad y devolverle la dinámica productiva y empresarial a este terruño tan duramente golpeado por el conflicto armado?
Pregunto si podríamos hacerlo nosotros, porque debe ser el compromiso de todos los montemarianos: buscar nuestra propia redención porque dejarla solo en manos del Gobierno no creo que dé resultado. Esta es una empresa de largo aliento y los presidentes solo duran cuatro años. Si no hay de por medio políticas de Estado de largo plazo, muchas proyectos quedarán solo en buenas intenciones.
Han pasado más de 25 años desde cuando se dieron los acuerdos de paz con grupos guerrilleros -Flor del Monte-Sucre- y Las Palmas -San Jacinto Bolívar-, pero muchos de los compromisos gubernamentales se incumplieron.
Bastante de lo prometido desde el gobierno central después de las acciones paramilitares en este territorio lleva también el camino del olvido. Hay que recordarles a los gobiernos y al Estado en su conjunto de sus compromisos fallidos para que los cumplan.
Los montemarianos debemos buscar soluciones para la encrucijada actual que es dramática: no hay empleo, el campesinado está cada vez más pobre, la juventud no tiene futuro y el empresariado que abandonó el territorio en medio del conflicto no encuentra condiciones para su retorno. Preocupa mucho ahora la presencia de nuevos actores armados.
El capital y la inversión deben regresar y se necesita estimular a los empresarios para que retomen sus actividades de antes o inicien nuevos emprendimientos.
Convocar a inversionistas nacionales y extranjeros para que renazca la producción, se genere empleo y entremos en un proceso cierto de desarrollo, es un imperativo. El campesino, el obrero, el pequeño ganadero, el comerciante, el tendero, todos los montemarianos deben contar con seguridades para ejercer su oficio, lograr una vida digna, volver a ser felices.
Necesitamos pueblos prósperos, con servicios públicos eficientes, escuelas, colegios, universidades, centros culturales vías de penetración. Donde la vida no simplemente pase sino que invite a disfrutarla.
En la mayoría de nuestros municipios el tabaco era fuente principal de empleo y bienestar. Miles de campesinos lo cultivaban, otros miles lo procesaban en las factorías industriales, se vendía en el país y se exportaba. Muy poco de eso queda. Pero si no podemos regresar al esplendor del tabaco, necesitamos otras alternativas para revitalizar el campo, generar empleo y tener nuevo desarrollo productivo y empresarial. Tengo personalmente algunas ideas al respecto. Las iré presentando de manera pública para determinar su viabilidad.