El intercambio de indirectas entre el alcalde de Cartagena de Indias, Dumek Turbay, y el concejal Javier Julio Bejarano refleja un tenso ambiente político preelectoral en la ciudad, caracterizado por señalamientos y advertencias sobre quién debería —y no debería— liderar el futuro de la Administración Distrital.
En un pronunciamiento reciente cuya evidencia quedo en video, el alcalde Turbay lanzó una serie de advertencias sobre el perfil del próximo mandatario local. En tono severo y con una clara intención política, Turbay afirmó que «el próximo alcalde no puede ser un loco, no puede ser un hablador, no puede ser un difamador, no puede ser un atropellador de niños, no puede ser un atropellador de deportistas en condición de discapacidad». Estas afirmaciones, aunque sin destinatario explícito, tienen un evidente contenido político y parecen dirigidas a figuras específicas del espectro electoral cartagenero, quizás aquellas que han sido abiertamente críticas con su gestión.
A esta declaración respondió el concejal de oposición Javier Julio Bejarano, quien coincidió parcialmente con el alcalde, pero aprovechó la oportunidad para redirigir el foco hacia un tema central de su discurso político: la corrupción. En su publicación, Bejarano replicó:
“Alcalde Dumek Turbay Paz en esto coincido con usted: el próximo Alcalde de Cartagena no puede ser cualquiera, pero lo más importante NO PUEDE SER LADRÓN, porque la ciudad va a quedar endeudada y seguramente con varios elefantes blancos. Quien vaya a dirigir a Cartagena en los años venideros debe llegar a sanear las finanzas y terminar obras sin amiguísimos y sin corrupción.”
Esta declaración del concejal va más allá de una simple coincidencia con el alcalde. Bejarano introduce un elemento clave que ha marcado su posición política en el Concejo: la denuncia sistemática de presuntas irregularidades en la contratación pública y la crítica al manejo de los recursos durante varias administraciones, incluida la de Turbay.
El concejal refuerza así su narrativa de vigilancia y control político, en la que ha cuestionado la herencia de obras inconclusas, endeudamiento excesivo y redes clientelares.
Este cruce de posturas se da en un momento en que se empiezan a perfilar posibles candidatos a la Alcaldía de Cartagena, y tanto Turbay como Bejarano tienen intereses políticos de fondo. El alcalde busca proteger su legado y quizás proyectar un sucesor, mientras que Bejarano representa una corriente alternativa que pretende disputar ese relato desde una postura de transparencia y renovación ética.
En conclusión el mensaje de Bejarano puede leerse como una respuesta estratégica: no confronta directamente el tono emocional de Turbay, pero lo supera con una advertencia contundente sobre la corrupción, una preocupación constante entre los cartageneros. El enfrentamiento discursivo entre ambos podría marcar la pauta de los debates en la antesala electoral.