No fue una renuncia voluntaria ni una simple rotación administrativa. La salida de Ariel Zambrano Meza de la dirección de IDERBOL es una jugada forzada que deja al descubierto el submundo donde se entrecruzan silencios, decisiones tardías y un aparato institucional que, por momentos, parece mirar hacia otro lado.
La chispa que encendió la mecha: una sanción fiscal emitida por la Contraloría General de la República y publicada el pasado 24 de junio por 724 | Noticias. Los hechos ocurrieron cuando Zambrano era subdirector en la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo (UNGRD), en plena emergencia por la pandemia del Covid-19.
Un expediente lo señala como responsable de presuntas anomalías en la compra de kits alimentarios, un episodio que muchos prefirieron guardar bajo la alfombra… hasta que explotó.
El gobernador de Bolívar, Yamil Arana Padauí, se vio obligado a dar la cara. Reconoció que su administración no fue notificada oficialmente, y que se enteraron por la prensa. ¿Desinformación institucional o exceso de confianza? Poco importa ya. Lo cierto es que la bomba estalló, y el director salió volando.
“El trabajo de Ariel Zambrano ha sido bueno, pero ante una sanción de esa naturaleza, no puede continuar en el cargo”, declaró el gobernador en una frase diplomática para una salida caliente.
Desde que la noticia se hizo pública, Zambrano optó por el mutismo absoluto. Se fue de vacaciones sin dar explicaciones, sin ofrecer contexto y sin aclarar cuál será su posición frente a la sanción que lo deja en la cuerda floja frente a lo jurídico. Mientras tanto, en IDERBOL nadie responde con claridad por las decisiones tomadas durante este limbo legal.
La pregunta es inevitable: ¿Qué decisiones firmó Zambrano cuando ya pesaba sobre él una inhabilidad fiscal? ¿Quién supervisó esas actuaciones?
En medio de este remolino, el encargado de apagar el incendio es Julio Morelos, actual jefe jurídico de Iderbol y exsecretario del Concejo de Cartagena. El nuevo director (e) asume el timón en plena temporada de torneos deportivos, ejecuciones contractuales y presupuestos que no esperan.
Morelos tiene dos tareas urgentes: evitar que el escándalo detenga el calendario deportivo del departamento… y proteger la institucionalidad de un nuevo gol en contra.
El caso no es solo un problema de gestión, es un reflejo de cómo se administran los hilos del poder cuando nadie cree que los están observando. En Bolívar, los escándalos no se detienen en la línea de gol, y este puede ser apenas el primer tiempo de un juego largo, con muchas tarjetas por mostrar.
¿Quién más se esconde detrás del telón? ¿Y cuántos escritorios más necesitan revisión en el camerino del deporte regional? El verdadero partido apenas comienza. Y el reloj ya corre.



