María Fernanda Cabal es una mujer seria, coherente y sin ambages, independientemente de no compartir con ella algunas de sus ideas. Miguel Uribe era su fuerte contrincante en la carrera presidencial, pero de allí a que Cabal procediera a “amenazar” a su viuda en pleno funeral o en otro espacio, no hay la más mínima posibilidad.
No conozco a fondo a la senadora Cabal, pero tampoco dudo que, si hubiera tenido que decir algo —incluso lo que le señala María Claudia Tarazona—, lo habría hecho ante los micrófonos públicos.
Ese “micrófono”, donde quiera que lo lleve la senadora Cabal, es tan inherente al cargo y a la campaña que cualquiera que esté en las andanzas de la política electoral lo porta constantemente, como la piel de su cuerpo. Ni siquiera se percata.
¿Han escuchado de los médicos que se presentan con bata hospitalaria y fonendoscopio al cuello en el matrimonio de sus hijos o hasta en la graduación y primera comunión de los mismos? Pues les digo que los hay. Simplemente la bata y el fonendo terminan siendo parte de su cuerpo, como el micrófono de solapa para un legislador o figura pública. Hoy existen millones de formas de grabar imperceptiblemente a cualquier persona, que no sería precisamente con el torpe recurso de un micrófono visible si lo que se busca es mala intención. En mi percepción de los hechos, la maldad atribuida por Tarazona a Cabal no tiene pies ni cabeza.
Lo que expresa la viuda de Miguel Uribe —que María Fernanda le dijo que no conoce el país—, además de ser cierto, no constituye ninguna “amenaza”, en caso de que esas palabras hayan sido pronunciadas. ¿Cuál amenaza? Seamos serios.
El ser la viuda del vilmente asesinado Miguel Uribe no gradúa a Tarazona como candidata, ni siquiera como política, y mucho menos como presidenta, si lo que quiere es aspirar al cupo. Si la viuda guarda algunos resentimientos contra Cabal por las escaramuzas que pudieron presentarse en el andar político en vida con Miguel Uribe Turbay., no es óbice para semejante entrada al escenario con tanta rabia contra quien no debe ser. Más bien sería una prueba de que no está preparada para ese campo.
María Claudia produce una implosión innecesaria y sorpresiva en el Centro Democrático, que debe tener felices a sus detractores. Si Tarazona y el círculo de Miguel Uribe (q.e.p.d.) creyeron que iban a ser ungidos presidencialmente, como le sucedió a César Gaviria con Galán, se equivocaron. Los tiempos han cambiado.
Una vez pasada la efusividad colectiva por el reprochable y repudiado asesinato de Miguel Uribe, se encuentran con Cabal, una firme competidora, trabajadora y aspirante a la Presidencia de la República. Por ello, María Claudia Tarazona debe tener claro que no todo vale. Si en ella hay ira, dolor, resentimiento, impotencia y ambición, lo que trae eso es un injustificado atropello, que termina en boomerang.
A María Claudia Tarazona la seguimos entendiendo en su dolor, pero no en la forma de manifestarlo. Reposo, sosiego, prudencia en honor a la memoria de Miguel Uribe Turbay y, ante todo, calma.



