La desmotivación del estudiante, entre la escuela, la familia y los desafíos del acceso a la información.
Muchas veces nos hemos preguntado de donde proviene el creciente desinterés de los niños y jóvenes por la escuela, y a partir de esto surgen múltiples factores como los cambios sociales, los cambios en la estructura y pautas de relación al interior de la familia, el papel de la escuela y el rol docente entre muchos hacen parte de la lista. Pero sin lugar a dudas la desmotivación de los alumnos, su falta de interés por aprender, es objeto continuo de debate y reproches entre la comunidad educativa.
Para algunos padres o cuidadores, la falta de motivación de los estudiantes es culpa de la escuela, que no se ha adaptado a los cambios sociales, y de los profesores, que se han quedado obsoletos, están deprimidos o estresados y no tienen autoridad.
Para algunos docentes, los responsables son los padres porque no inculcan cultura del esfuerzo a sus hijos y estos rechazan cualquier actividad que no les divierta o que exija esfuerzo.
Hay versiones para todos los gustos. Pero es claro que la motivación del estudiante sí es importante para el éxito educativo, y que lo que ocurre en la escuela –y en cada aula concreta– año tras año, tiene una influencia directa y determinante en la capacidad o incapacidad de los alumnos para la motivación y el esfuerzo. De ahí que, sin menospreciar la complejidad del tema ni esconder que hay muchos otros factores que influyen, como la familia, los cambios sociales, la tecnología o los siempre criticados medios de comunicación, es determinante situar el foco de atención en lo qué pasa en las aulas para que muchos escolares se aburran y no consideren útil la escuela ni el esfuerzo de aprender y en ese ámbito, se pone de manifiesto que hay problemas de adaptación de la escuela a la realidad social del estudiante y sus intereses, de contenidos, de métodos, de estrategias e incluso de compromiso por parte de los profesores y también de las familias.
“Muchos alumnos, aun sin ser plenamente conscientes, se desmotivan por falta de estímulos suficientes en el aula; en las programaciones no siempre se tienen en cuenta sus intereses, y el proceso educativo sigue más centrado en la enseñanza y el profesorado que en el aprendizaje y en el alumnado”, opina Valentín Martínez-Otero, psicólogo, pedagogo y profesor en la facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid, con el que coincido por mi experiencia educativa como docente.
Esto nos plantea diferentes retos desafíos dirigidos en primer lugar, a conseguir que la escuela seduzca, interese y provoque curiosidad. Esto, debería ser lo habitual; los alumnos deberían ir a clase pensando ‘a ver qué descubrimos hoy; y eso se consigue involucrándoles en su aprendizaje, porque si no, son espectadores y jueces.
El gran desafío de la enseñanza y de los docentes es que el alumno perciba que lo que se le plantea en clase tiene que ver con su vida, que le interesa aprender lo que se le enseña; a través de la contextualización de las temáticas a desarrollar que las vuelvan significativas.
Otro mecanismo que potencie la motivación de los estudiantes es proporcionarles experiencias gratificantes con la que puedan conectar su experiencia educativa y utilizar el aprendizaje cooperativo.
La otra parte, la familia juega un rol fundamental en el acompañamiento y modelamiento de hábitos que conecten al niño y al joven con disfrutar de aprender y como esto produce placer, construir esto es un proceso y requiere de tiempo, esto es absolutamente necesario en esta cultura de la inmediatez. Los padres y los maestros debemos reconciliarnos a favor del estudiante, para facilitarle la incorporación no solo de sus derechos, sino que son de vital importancia los deberes para que alcancen metas a corto, media y largo plazo en sus vidas.
Asimismo; los medios de comunicación, juegan un papel importante en la visibilización de modelos que insten al reconocimiento del trabajo científico y hayan nuevos capos pero de las ciencias y la innovación que transformen su realidad social y generen una influencia positiva, más allá de influencers que les llenan de contenidos faltos de soporte científico, unámonos para generar un consumo responsables de los contenidos virtuales cercanos a modelos positivos.