Con la visita del ministro de salud en Cartagena, la ciudad, debido a su preocupante cantidad de contagios, se convirtió en una prioridad para el Gobierno nacional. Las medidas para frenar la propagación del Coronavirus ya empiezan a venir directamente desde Bogotá y son aplaudidas por la ciudadanía. Así como, en un pasado muy cercano, habían sido celebradas las destituciones de algunos de los anteriores alcaldes diligenciadas por las ÍAS (Procuraduría, Contraloría y Fiscalía) con el visto bueno del pasado Gobierno.
Lo cierto es que la clase política Bogotana lleva años metiendo la cuchara en la política cartagenera -con válidos motivos-: Santos sacó y nombró a un alcalde tras otro, y Duque le había delegado el tema de Cartagena a Marta Lucía Ramírez, que estuvo muy pendiente durante la administración de Pedrito Pereira del manejo de la ciudad.
La Casa de Nariño pareció tomarse un descanso con la llegada de Dau a la Alcaldía, para que la ciudad resolviera con más autonomía sus propios problemas. Pero con la llegada del COVID-19, la situación se le salió de las manos al Alcalde que, como muchos otros, pensó que el único virus al que iba a enfrentar era el de la corrupción.
Ahora, el Gobierno nacional comienza a lanzar los primeros salvavidas en la crisis sanitaria e institucional que atraviesa la ciudad. Con medidas como los cercos epidemiológicos barriales, el llamado de advertencia por parte del ministro de salud a las cifras de testeo por parte de EPS e IPS y las camas UCI y respiradores que el Gobierno promete -y que seguramente cumplirá a medias-, Cartagena recibe un poco de oxígeno para enfrentar la pandemia. Sin embargo, las visitas de Bogotá a la ciudad costera son como las vacaciones de Semana Santa: por un rato, y aunque la cantidad de contagios eventualmente caerá -ojalá pronto-, las consecuencias sociales y económicas en Cartagena, dada la importancia del turismo y sus altos índices de informalidad, durarán años. ¿Quién nos salvará entonces?
La problemática de Cartagena es de carácter estructural, estando muy arraigada en el sistema tanto político como social. La desobediencia ciudadana y la ineptitud de las instituciones son ahora muy visibles pero llevan años estando ahí, y los cartageneros lo sabemos. La Casa de Nariño puede ser un aliado importante para resolver emergencias pero las soluciones a las grandes problemáticas, como la pobreza, la desigualdad y la corrupción, tiene que venir desde adentro para tener un efecto duradero.
En las próximas semanas y meses, la Heroica necesita el compromiso y el liderazgo de la ciudadanía, sin discriminar clase, para enfrentar la emergencia Sanitaria y económica con efectividad. Yo creo que lo podemos lograr, y que además podemos aprovechar este desafío para convertirnos en esa comunidad empoderada y resiliente que tanto necesitamos para enfrentar, ahora, la pandemia, y, más adelante, una larga y difícil recuperación económica. Creo que ahora es el momento porque nunca ha sido tan evidente que necesitamos poner cada uno de nuestra parte para salir adelante. Lo creo, porque sino es ahora, ¿Cuándo?
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