Siete días después de nuestro análisis de escenarios y de las elecciones presidenciales de EEUU sabemos quién gobernará la potencia global.
Ha sido una semana larga, compleja y reñida, con sorpresas, amenazas y giros en el conteo de votos electorales. Todo indica que el peor de los escenarios descritos se está configurando. Triunfo de Biden y sucesivo rechazo de Trump.
Biden tiene todas las probabilidades a su favor y Trump como lo prometió tiempo atrás ya empezó su presión y manipulación jurídico-política. El discurso de Biden utiliza un lenguaje muy positivo, armonizador y amable, en el que invita al país a la unión y creación de valor compartido. El discurso de Trump es paranoide y divisorio, promueve la desconfianza y suspicacia, así como la manipulación y rebeldía social.
La personalidad narcisista de Trump, su afán de admiración y el poder que aún posee, lo convierten en una amenaza a la anatomía de la democracia, amenaza que posiblemente se manifestará con severidad durante los próximos días mientras Biden sigue recibiendo apoyo global.
Trump se encuentra en una situación difícil para cualquier mandatario que ambicione seguir gobernando, pero dada la personalidad tan particular de este personaje, la dificultad de aceptar la derrota se magnifica. Aparentemente Trump solo tiene dos opciones: Continuar absorto en el ejercicio de contemplar su reflejo o romper el hechizo de su autohipnosis y cooperar pacíficamente en el traspaso del poder.
Ningún país que se considere libre y democrático es monocéfalo, el presidente es un representante de la soberanía nacional, soberanía que pertenece al pueblo. Rechazar la decisión del pueblo sería una ofensa impopular. Una paradoja cínica y poco plausible en la que EEUU se parecería mucho al ‘castrochavismo’, el concepto hiperbólico popularizado y exportado por Uribe Vélez para manipular con miedo y terror la opinión del voto latino.
La divulgación y aferración de Trump a la idea de fraude electoral tiene el potencial de confundir al pueblo y movilizar a sus fanáticos en la búsqueda de ‘justicia’, los niveles tan altos de polarización contribuirían a que esta estrategia maquiavélica; divide et impera, tenga consecuencias reales.
Los principales vectores en la evolución de la situación son: la intensidad del rechazo de Trump hacia el triunfo de Biden y la magnitud del apoyo o rechazó popular ante esta conducta, ‘eco’ de su propia voz.
Los niveles de apalancamiento de Trump suelen ser excesivos en todos los sentidos, es un personaje con alta tolerancia y apetito a riesgos desmesurados. Por lo tanto, es posible que persista en su retórica divisoria con la agresividad que lo caracteriza. En la medida en la que Narciso escuche el eco de su voz se enamorará de si y sus ideas.
Durante los próximos 70 días, el mejor escenario posible es aquel en el que Trump y sus ideas no tienen eco, despierta espontáneamente de su hipnosis y acepta otros puntos de vista con amabilidad, se compromete a brindar su apoyo y unir al pueblo para seguir creciendo y liderando en materia geopolítica. Escenario poco probable dado el poder de su opinión y los patrones de su conducta.
Otra posibilidad es que Trump despierte de la hipnosis gracias a la asistencia de sus asesores y socios políticos y el apoyo global hacia Biden, esta posibilidad serviría para disminuir paulatinamente la intensidad de la protesta de Trump y que el 20 de enero del 2021, se muestre abierto, colaborativo y conciliador en el traspaso del poder.
El peor de los escenarios posibles es aquel en el Trump se embriaga de poder, se enamora de su voz y busca desesperadamente deslegitimar las elecciones. De ser así crearía mucha inestabilidad y se comprometería a lograr la autorrealización de sus profecías en materia económica y política antes de entregar el poder.
Ante la victoria de Biden, muchos de los aliados de Trump buscarán vincularse y cultivar relación con el nuevo presidente y su gobierno. Adicionalmente el interés de EE.UU. por ser ejemplo de la democracia a nivel global se superpondrá a los intereses de Trump, dinámicas que posibilitarán la transición del poder con independencia de las pretensiones de *Narciso.
*En la mitología griega, Narciso (en griego, Νάρκισσος) era un joven con una apariencia bella, hermosa y llamativa. Todas las mujeres y hombres quedaban enamorados de él, pero este les rechazaba. Entre los jóvenes heridos por su amor estaba la ninfa Eco, quien había disgustado a Hera y por ello esta la había condenado a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera. Por tanto, era incapaz de hablarle a Narciso por su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por el bosque, acabó apartándose de sus compañeras. Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?», Eco respondió: «Aquí, aquí». Incapaz de verla oculta entre los árboles, Narciso le gritó: «¡Ven!».[1] Después de responder, Eco salió de entre los árboles con los brazos abiertos. Narciso cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió hasta que solo quedó su voz.
Para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en una fuente. En una contemplación absorta, incapaz de separarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció una hermosa flor, que hizo honor al nombre y la memoria de Narciso.