El pasado miércoles 11 de noviembre el (Fondo de Población de las Naciones Unidas) UNFPA presentó un informe titulado «Consecuencias socioeconómicas del embarazo en la adolescencia en seis países de América Latina y el Caribe», en el que se analiza la situación de Argentina, Colombia, Ecuador, Guatemala, México y Paraguay.
A partir de ese informe el UNFPA llama fuertemente la atención a los pobladores de América Latina y el Caribe sobre la relación entre el embarazo en la adolescencia y la maternidad temprana con la pobreza:
«El embarazo adolescente es una fábrica de pobres en América Latina», dice Federico Tobar, asesor regional del UNFPA. Que fuerte! Pero desafortunadamente es cierto.
«El embarazo adolescente lastra la vida de miles de jóvenes y reproduce la pobreza en Latinoamérica y el Caribe, además de generar a los países gastos millonarios que podrían evitarse», complementa Tobar.
Informa el UNFPA que Latinoamérica presenta la segunda tasa de fecundidad más alta del mundo entre ninas de 15 a 19 años, 66,5 por cada 1.000. La Tasa de Fecundidad es una medida de la relación que existe entre el número de nacimientos ocurrido en un cierto periodo de tiempo y la cantidad de población en determinada edad en el mismo periodo. La de Colombia es de 57. Es decir que de cada 1.000 ninas entre 15 y 19 anos, 57 tuvieron partos en el 2019. La información presentada de esa manera permite hacer evaluaciones, seguimientos y comparaciones.
Por ejemplo, se puede comparar con Alemania. Acá la tasa de fecundidad entre niñas de 15 a 19 años es de 8 por 1.000 mujeres (2015) y desde 1970, cuando fue de 49, es cada vez menor. Es decir que en Alemania de cada 1.000 niñas entre 15 y 19 años, sólamente 8 tuvieron partos en el 2015. Una enorme diferencia.
Los efectos de esos embarazos precoces «son múltiples y se extienden tanto al nivel de la educación como del mercado laboral, de la salud e incluso de las economías nacionales».
Según el informe, las niñas y adolescentes que son madres suelen abandonar la escuela para criar a sus hijos, sobre todo en las familias de menos recursos, lo que se traduce en una mayor dificultad para seguir los estudios y encontrar empleo bien remunerado.
«Su potencial de desarrollo, su posibilidad de obtener ingresos dignos y su futuro pueden estar en peligro. Es probable que queden atrapadas en un círculo vicioso de pobreza y exclusión, que las afectará principalmente a ellas, pero que también limitará las oportunidades de sus hijos y, de forma agregada, dada la magnitud del embarazo adolescente en la región, afectará la realidad de sus comunidades y países.»
Casi la mitad de las madres de 10 a 19 años se dedican exclusivamente a tareas domésticas y tienen tres veces menos oportunidades (6,4% frente 18,6%) de obtener un título universitario que aquellas que postergaron la maternidad, al tiempo que ganan en promedio 24% menos, indica el estudio.
Asimismo, las mujeres que tienen hijos después de los 20 años ganan un promedio anual de 573 dólares más que aquellas que son madres antes de esa edad.
Según el informe de UNFPA, el embarazo adolescente en Latinoamérica y el Caribe genera costos a los Estados que suponen, en promedio, el 0,35 % del Producto Interno Bruto (PIB) o 1.242 millones de dólares anuales por país. La cifra de los costos de los embarazos adolescentes para Colombia es del 0.58% del PIB o 1.794 millones de dólares anuales.
Y los efectos de la pandemia del COVID-19 en curso se estiman «entre 400.000 y 500.000 embarazos adolescentes adicionales que se van a registrar el año que viene», y que tendrán un «costo marginal» para América Latina y el Caribe de «alrededor de 600 millones de dólares», dijo Tobar.
En contraste, las mujeres en Alemania tienen su primer hijo cada vez más tarde, con 30,1 años de edad promedio. De hecho la tasa de fecundidad entre mujeres mayores de 40 años es de 88 por 1.000 y ha aumentado en los últimos años.
En Alemania, la búsqueda de mejores opciones laborales es uno de los factores decisivos para posponer el deseo de ser madre. Un mejor nivel educativo permite a las mujeres acceder a un mayor número de posibilidades para su autorealización laboral y para garantizar un mejor bienestar para ellas y sus familias. Se trata sobre todo de mujeres con estudios, que han invertido mucho tiempo y energía en su formación y que quieren dar uso profesional a sus títulos académicos.
Adicionalmente, lo habitual en Alemania es encontrar familias con un solo hijo o con dos. Solo el 16% tienen tres hijos o más.
Y no se trata de que no estén interesadas en tenerlos. Según un reciente estudio, tres cuartos de los participantes, con edades comprendidas entre los 24 y los 43 años, estuvieron de acuerdo con la afirmación de que tener muchos niños es algo maravilloso. Pero la mitad de los participantes también dijeron que solo las familias con suficiente dinero deberían tener muchos hijos. La realidad es muy distinta. Según el Instituto de Investigación de la Población, casi un cuarto de las familias con muchos hijos se encuentra en el límite de la pobreza.
La fecundidad, tanto acá como allá, se relaciona con el nivel educativo: Las mujeres con niveles de educación más bajos tienen hijos más temprano y en mayor cantidad que las mujeres que han completado la educación superior.
La religión también tiene mucho que ver. Según un estudio de 2019, la cantidad de hijos en Alemania está relacionada con un mayor compromiso religioso de los progenitores, ya sean musulmanes o católicos. Las personas que dijeron que no tenían religión tienden a tener menos hijos que aquellos que se identifican como cristianos, y los estudios también encontraron que los cristianos de tendencia conservadora tenían más hijos en comparación con los cristianos de tendencia liberal.
Mucho por hacer, desde las familias, desde los establecimientos educativos y desde las decisiones políticas, con respecto a los derechos de los niños y adolescentes en materia de salud sexual.
Fuentes de Información: