El pasado 27 de noviembre, durante el Black Friday, una coalición internacional de más de 50 organizaciones lanzó la campaña Make Amazon Pay (hacer que Amazon pague). El objetivo de este movimiento, impulsado por trabajadores de las bodegas de Amazon, activistas climáticos y ciudadanos de todo el mundo, es enfrentarse al hombre más rico del mundo y a la corporación multinacional detrás de él. Buscan que la empresa mejore las condiciones laborales de sus trabajadores y que pague al planeta y a la sociedad su costo ambiental y sus impuestos.
Amazon es una de las corporaciones más poderosas del mundo. En el 2020, durante la pandemia de Covid-19, elevó su capital a un billón de dólares, convirtiendo a Jezz Besos, su CEO, en la primera persona en acumular $200 mil millones dólares en riqueza personal. Sin embargo, las condiciones laborales de los trabajadores de Amazon son sorprendentemente deshumanizantes y han sido bien documentadas en medios de comunicación y agencias gubernamentales de Estados Unidos.
En el 2016, durante la oleada de pedidos navideños, *Mariana, una chica de 27 años de una familia latina de clase trabajadora, comenzó a trabajar en una bodega de Amazon en Eastvale, California. Tras haber alternado sus estudios universitarios con trabajos en otras bodegas y almacenes durante varios años, asumió que con Amazon también podría trabajar y seguir estudiando, aunque las jornadas fueran más extenuantes.
Se equivocó. En Amazon, debía levantar hasta 100 artículos por hora, moverlos a cintas transportadoras y luego transportarlos a remolques. Según Mariana, «si no alimentaba los remolques a tiempo, las cajas se derramarían y la gente se tropezaría con ellas». De hecho, durante la temporada más alta de diciembre de 2019, 24 trabajadores de Amazon fueron hospitalizados después de que una lata de aerosol se perforara por accidente en una bodega en Nueva Jersey.
Dos años después de comenzar a trabajar en Amazon, Mariana tenía lesiones en el hombro, el cuello y la muñeca, además de oleadas de dolor en la columna y la cadera. No podía escribir sin que se le inflamara la muñeca derecha. Tuvo que dejar de trabajar. Por una parte, trabajar se le hizo físicamente imposible. Por otra parte, programar un nuevo trabajo alrededor de sus clases y sus interminables citas médicas habría sido demasiado complicado.
Mariana es una de las más de 125.000 personas que trabajan en bodegas de Amazon. Según Mariana, las únicas lesiones que la compañía tomaba en serio, eran las que involucraban sangre, pues les preocupaba manchar la mercancía. Entre el 2015 y el 2018, la agencia federal de Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (OSHA) reportó 41 lesiones severas, que requirieron hospitalización, incluyendo 6 amputaciones y 15 fracturas, asociadas con trabajos de empacamiento en bodegas de Amazon. Se sabe que estos datos no son inclusivos, pues equivalen apenas a un porcentaje de todos los casos documentado por OSHA, y no incluyen los casos que no han sido reportados.
Como ocurre con todas las grandes corporaciones, el éxito de Amazon sería imposible sin sus trabajadores y las instituciones públicas que hacen posible su trabajo. Pero en vez de devolver algo a las sociedades que lo ayudan a crecer, Amazon evade impuestos. En el 2019, Amazon sólo pagó el 1,2% de impuestos en Estados Unidos, país en el que tiene su sede, frente al 0% que pagó en el 2017 y 2018. En Estados Unidos, un estudiante universitario con un trabajo de medio tiempo y un salario inferior al salario mínimo paga entre el 10% y el 15% de impuestos, mientras que los de un profesional asalariado de clase media rondan el 22%.
Asimismo, la huella de carbono de Amazon es superior a dos tercios del carbono que producen todos los países del mundo. Como si esto no fuera suficiente, Amazon ha hecho contribuciones financieras a campañas de negación del cambio climático. Su contribución a un colapso climático global es innegable.
Amazon no es la única corporación que desestima a sus trabajadores, al planeta y a la sociedad con sus malas prácticas, a pesar de que puede permitirse pagarles a todos una retribución justa. La historia de Amazon y de Mariana se asemeja a la historia de El Cerrejón en Colombia y a la de miles de trabajadores que se han lesionado trabajando en una de las minas de carbón a cielo abierto más grande y más rentable del mundo. Ambas empresas son el resultado de un sistema fallido que impulsa la desigualdad y el ascenso de las grandes corporaciones. Ambas le quitan demasiado al mundo y le devuelven muy poco. Es hora de hacer que las corporaciones paguen.
*El nombre de Mariana ha sido cambiado para proteger su identidad.