El emprendimiento social es un modelo de negocio de la economía colaborativa que busca generar un cambio en el entorno en el que se desarrolla para conseguir un bien común. Este tipo de emprendimiento es bastante similar al de un emprendimiento tradicional: surge de una idea a la que se transforma y mejora hasta que se desarrolla un negocio.
Dicha transición se realiza utilizando las estrategias del mercado y buscando crear valor social, respetando o protegiendo los derechos de una comunidad, cuidando el ambiente o mediante cualquier forma que contribuya al correcto desarrollo de la sociedad.
En América Latina, el emprendimiento social viene a tomar un rol que no han asumido los Estados, que han desprotegido y excluido a gran parte de la población del desarrollo económico, social y ambiental de nuestra región.
Si lo miramos desde una óptica menos dependiente de las políticas estatales, podríamos decir: lo social nos pertenece a todos, no le pertenece sólo al Estado y plantear algunos interrogantes a partir del análisis de casos relevantes que han logrado anteponerse a las dificultades, uno de ellos podría ser: ¿quién ha querido ir a crear mercado en las comunidades aisladas que no tienen acceso a electricidad? En América Latina vemos emprendedores sociales que vienen de la sociedad civil e incluso del Estado, decepcionados por las prácticas burocráticas y se dan cuenta que tienen que generar sus propios modelos de desarrollo para generar el impacto que desean.
El mundo puede aprender de Colombia, donde definitivamente hay una gran capacidad para la explotación de nuevas y mejores formas de hacer las cosas, a crear mercados en contextos de pobreza. El Proyecto de Ley de Emprendimiento, que hemos venido trabajando en el Congreso de la República y del cual fui ponente, tiene como objetivo establecer un marco regulatorio que propicie el emprendimiento, unifique las fuentes públicas para su financiamiento al igual que el de la innovación y el desarrollo empresarial, consolidando el crecimiento y la sostenibilidad de las micro, pequeñas y medianas empresas. Esto con el fin de aumentar el bienestar social y generar equidad.
Para que los resultados de ésta importante iniciativa tenga un efecto positivo es necesaria la articulación de instancias de emprendimiento y Mipymes al Sistema Nacional de Competitividad e Innovación – SNCI. También generamos un marco que concede autorización a los municipios para la creación de fondos temporales y alcanzar el desarrollo y reactivación económica enfocada en el emprendimiento, para que definan medidas transversales para micronegocios que puedan ser desarrolladas por población vulnerable, y se abran canales de financiamiento, por eso con esta ley emprendedores y mipymes tendrán menores cargas fiscales y facilitar su participación en el sistema de compras públicas. En esta ley que está a punto de ser aprobada se avanza mucho en materia del emprendimiento social, ya el gobierno central tiene facultades para reglamentar algunos puntos específicos, ahora tenemos que dar la discusión de cómo cuantificar o cualificar el retorno social o el verdadero impacto de estos emprendimientos, para así poder concederle los beneficios y retribuirle de forma justa el aporte social que están haciendo, este será el verdadero impulso que este sector necesita.
Es una discusión muy amplia, pero necesitamos ya la implementación de esta política pública. Día a día vemos nuevas iniciativas que se están poniendo en marcha para identificar necesidades y encontrar soluciones rápidas y creativas. Si pronto generamos los incentivos necesarios para impulsar el emprendimiento social, despertaremos el espíritu de cooperación de los ciudadanos, que sumado a la creatividad que nos caracteriza; lograremos brindar soluciones a los más necesitados sin la necesidad de estar esperando a papá Estado que solucione todo por nosotros. Insisto, lo social tiene que ser compromiso de todos y debemos darle reconocimiento y valor a quien lo genera. ¡Ha llegado el momento de actuar!