Pensar en el segundo apellido de Diego Armando Maradona, es detenerse un instante y comprender el por qué en decenas de ocasiones de la boca del astro del futbol salían más flechas que palabras. Y es que el dicho de hacer honor al apellido no se trata simplemente de jalar por todos los medios de que en el vientre de la madre brote un varón que conserve el linaje jerárquico. De querer guardar las apariencias.
Por curioso que parezca, existen individuos cuyos nombres y apellidos tienen una ligada relación con sus ocupaciones. Por ejemplo, el británico estadounidense Joseph Gold (oro en inglés) ex funcionario del Fondo Monetario Internacional. Y que decir de la presidenta del Banco Santander, la española Ana Botín. En el lado opuesto están los Paz, Guerra y Armas. Cuya personalidad no va sujeta al sobrenombre (apellido en portugués). Así mismo, es natural tropezar con seres que llevan engrapado el Bocanegra, Zenón o Barriga con sus rasgos físicos.
En esta alusión a la tipología de los apellidos, recuerdo el instante en el que me interesé por averiguar el segundo apellido de Diego Armando Maradona. La curiosidad fue inyectada por el periodista Raúl Correa de Andreis, quien para la década de los noventa presentaba en el Canal Regional Telecaribe el programa Crono-Deportes los domingos en la noche. Al final de cada emisión dejaba una pregunta que se debía responder a vuelta de correo. No sabía. Así es que debí esperar una semana y presenciar la respuesta correcta. Desde aquella oportunidad no lo he omitido.
Maradona Franco era el complemento del nombre del diez argentino. Dicen que Diego nunca pudo con Maradona. pues fue un apellido que le significó riqueza material que, a diferencia de la pelota, no tuvo la destreza de administrar. “El Pelusa” también sostuvo encuentros con el Franco. Pero este último continuamente le ganaba los partidos.
La franqueza del inventor de “la mano de Dios”, no conoció escenarios. Diego se dejó caracterizar por su segundo apellido. Le otorgó tanta reputación que a veces parecía más Franco que Maradona.
En una ocasión le dijo a Joao Havelange y a Joseph Blatter miembros de la cúpula de la FIFA, que “hasta ese día, ellos iban a decidir lo que un jugador de futbol debía realizar en la cancha” dando a entender que los “zares” del balompié manipulaban los resultados. Esperó otro momento para incrustar el dedo en la ampolla cuando, en una conferencia de prensa hizo alusión a la irracionabilidad de los calendarios de los partidos. “Que mientras los directivos están en las oficinas, los futbolistas deben competir en horarios despiadados”.
En septiembre de 1993, previo a un juego por las Eliminatorias al mundial de USA 94 en el estadio Monumental de Buenos Aires, Maradona Franco dio unas declaraciones que de cierto lo tenían todo. Al indicar que, en el futbol, Argentina estaba arriba y Colombia abajo. Su franca expresión no fue acompañada por el resultado. Los gauchos recibieron cinco goles. La prensa no hacía más que reproducir las citadas palabras del astro.
Las estocadas de “El Barrilete Cósmico”, como lo bautizó en el mundial de México 86 el relator uruguayo Víctor Hugo Morales, tampoco las rehuyó el clero católico. En una entrevista a la televisión cubana, Diego Armando lanzó gruesos epítetos contra el Papa Juan Pablo II. Dijo que entró al Vaticano y observó el techo de oro y se preguntó ¿cómo se puede ser tan hp de vivir con el techo de oro y luego ir a los países pobres y besar a los chicos?
El 10 del futbol mundial se acostumbró a dar honor a su segundo apellido. Dijo verdades no asimiladas que dejaron secuelas. Se dejó llevar como si de sangre u oficio llevase el talento que ejercía a la hora de hablar. Lo Franco de Maradona, de un hombre que no se guardó nada al proferir palabras, seguirá siendo tema de parloteo en un mundo donde el pundonor y la vergüenza por la franqueza se está escurriendo.