Hernán es un campesino de 65 años quien vive con su familia en una pequeña vereda del municipio de Majagual, Sucre; cuando inicio la Pandemia cerró con cadenas las entradas a su finca para que nadie le llevara el virus y desde entonces por radio, televisión y en conversaciones con amigos ha escuchado sobre la cantidad de muertos que el Covid-19 ha dejado no solo en Colombia, sino a nivel mundial; también escuchó los rumores de los efectos adversos que puede producir la vacuna y algunos de sus vecinos comentan que es una forma de acabar con la población.
Nuestro personaje es enfático en decir que si los vacunadores llegan a su finca los “enciende a palo” y que nadie de su comunidad se va a dejar inyectar el virus y tal vez convertirse en un monstruo.
Lo anterior parece un cuento popular, pero es la realidad en las pequeñas comunidades campesinas que desde ya se preparan para hacer resistencia a la vacunación masiva anuncia por el gobierno nacional.
El ministerio de salud dio a conocer los lineamientos y esquemas con los que millones de colombianos serán inoculados contra la Covid–19. En esta ruta se define la población priorizada, las IPS habilitadas para la vacunación y aspectos de seguimiento a tener en cuenta durante el proceso, pero entonces que pasara cuando estos estándares deban ser llevados a poblaciones como la de Hernán que se resisten a ser vacunados y puedes convertirse con el pasar de los días en un foco de contagio y diseminación.
Ante estos interrogantes se debe entender el contexto y las causas por las cuales la población está siendo tan reacia a recibir la vacunación y tratar de buscar alternativas que permitan llevar de forma idónea el proceso de inoculación.
Como ocurrió con la vacuna contra el Ébola en países como el Congo uno de los aspectos más relevantes es la falta de confianza de la población en un sistema de salud que por años los ha abandonado y ahora corre a pasos agigantados para encontrar una solución frente a un problema que afecta a gran escala todos los ámbitos de la sociedad.
Algunas poblaciones aún no creen en la existencia del Covid-19 debido a que al encontrase en áreas dispersas y con falta de información correcta, para algunos esta enfermedad se parece mucho a otras que ellos conocen como gripe o gastroenteritis.
Así mismo, el Covid-19 es una enfermedad que asusta, que genera mucho miedo. Mata familias, comunidades enteras, y la gente no entiende bien por qué pasa eso, de dónde viene, o qué hacer para enfrentarlo y mucho menos si se sienten sanos porque los van a inocular y quien les garantiza según la creencia popular que lo que le inyectan no es el virus para acabar la población.
Los medios de comunicación también han colocado su parte en este problema al maximizar efectos adversos esperados en el desarrollo de una vacuna y que corresponden a porcentajes tan bajos que no afectan la relación riesgo-beneficio en el desarrollo de un producto que puede salvar el futuro de la humanidad.
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Lo anterior sumado a los problemas de infraestructura hospitalaria, vías de comunicación, falta de censos actualizados, mantenimiento de las cadenas de frio y corrupción en el campo de la salud, son algunos de los retos que depara a la vacunación masiva en la mojana sucreña y como diría mi abuela “ahora es cuando la gallina va a saber lo que es poner un huevo “.