En Colombia definitivamente no aprendemos, nos hace falta el espectáculo a cualquier hora; está bien reírnos, pero hasta para eso debemos tener altura. Ante la tragedia que supone perder un amigo, el Presidente tiene toda la humanidad para cometer ese lapsus y el que sea. Lo que me mantiene en el asombro, son cuestionamientos como estos que planteó a continuación:
¿Hasta cuándo tendremos que soportar un debate político carente de altura? ¿Hasta cuándo tendremos que habitar en el país de la corrupción? ¿Hasta cuándo tendremos que soportar a los políticos que con su discurso nos polarizan para tapar sus debilidades o maldades? ¿Cuándo podremos como sociedad civil gestionar los cambios que requiere la patria? Pero claro, tenemos anquilosada en el alma la premisa de que como eso es público, ya se resolverá. No queridos, eso no se resolverá solo, necesitamos organizarnos como sociedad para poder ponerle muro de contención a la jugarreta de tanto vivo que quiere vivir fácilmente de nuestros impuestos.
Vivimos quejándonos de los medios de comunicación, de la empresa privada, de la distribución inequitativa de la riqueza y mil cosas más. Pero, ¿cuándo nos vamos a amarrar los pantalones para llamar a las cosas por su nombre? el problema no está en que haya ricos, ni en lo que dicen los medios de comunicación; hoy, estamos ante males muchos peores, porque hoy los medios que consume la masa, se llaman redes sociales, y están llenas de mentiras, de gente poco elocuente y de una violencia aterradora, y como si fuera poco todo lo anterior, firmado por gente anónima. Sumémosle la siembra de odio de clases a la que nos han sometido algunos “lideres”, de cuando acá: ¿el odio permite la prosperidad? Mucho mal intencionado invitándonos a mirar el patio ajeno, cuando lo que deberían es estar invitándonos a explorar nuestras fortalezas y sacarles partido.
Ni hablar de la pandemia, que hoy debería tener de luto a todo el país, no solo a las Instituciones del Estado, todavía recuerdo a mi abuela, que nunca soltó el luto tras la partida de mi abuelo, y eso le tomo más de 40 años hasta que se reunió con él; pero que va, vivimos en el mundo de lo efímero, hoy vale más posar de manera liviana en cuanta oferta de redes existe, que devorarnos en nuestros pensamientos, para ver si cultivamos nuestra sensatez humana. No es que todo tiempo pasado sea mejor, es que vivimos en un desbalance sin precedentes.
Me encantaría ver como nos sacudimos del juego de los bandos, y como nos dedicamos a servir, de alguna manera, a esos hermanos que están varados en Antioquia procedentes de Cuba, o a mis hermanos de Venezuela, que no encuentran refugio. Pero es que claro, tenemos que seguirle el juego sin fin a algunos “IDEOLOCOS”, mismo juego que mantuvo al pueblo de Israel dando vueltas en el desierto, y resulta que tenían la tierra prometida al frente. Y así estamos. Dando vueltas en lo mismo. Que bueno que nos despertemos de un sacudón y dejemos de formar parte de bandos ridículos que solo benefician a unos u otros, y que empecemos desde el sentido común un despertar colectivo que nos ponga en dirección a conquistar ese alto potencial que podemos experimentar como humanidad si nos lo proponemos. No más matoneo, no más patria boba; más solidaridad, más empatía y sobretodo, más corazón.
Mi abrazo solidario con todas esas familias que hoy padecen esta pandemia, y ojalá salgamos de esta renovados y con la grandeza que nos está demandando este momento histórico.